Tierra de ríos

10/04/2015 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

He presumido alguna vez de conocer todos los pueblos y parajes singulares de la provincia y, lo que es importante, recuerdo la imagen de casi todos ellos. He estado en el nacimiento de los ríos Tajo, Tajuña (sic), Henares, Jarama, Lillas, Sonsaz (en sus cabeceras), Cifuentes, Ungría, pero no conocí hasta el sábado pasado, el manadero del río Bornova, en Somolinos, abastecedor de la laguna de este nombre, manadero que da nombre al río en sus primeros kilómetros. Me creo, por tanto, con autoridad para decir que, entre todos los citados, no suman tanto caudal en su nacedero como el río Bornova. Y, paradójicamente, el que luego es el río más importante de España, me refiero al Tajo, que nace en el borde de nuestra provincia, tiene un ridículo manantial que brota de una pared con un chorrito, al que tengo calificado de ‘meada de infante’. El manadero del Bornova tiene tan poderoso caudal que rebasa su cauce antes de llegar a la laguna y anega tierras que podían ser huertos. El manantial surge por debajo de una pared y da un agua de montaña tan pura y cristalina que seguramente tendrá que ser yodada para evitar el hipotiroidismo entre los que la beban a diario. El río abastece 200 metros más abajo la laguna kárstica de Somolinos, monumento natural desde 2002, que rebosa por el sur un caudaloso caz que antes movía sendos molinos en Somolinos y Albendiego y da humedad en este pueblo al bello y frondoso entorno de la ermita románica de Santa Colomba, del siglo XII. Tanto la laguna, como el nacimiento del Bornova, entre impresionantes roquedales, serían más importantes objetivos turísticos si fueran más conocidos. La silenciosa y casi misteriosa belleza de la laguna, con su frondoso entorno forestal, escenario de sugestivas leyendas que tengo recogidas en libros, es un atractivo más para el visitante informado. Con la primavera adelantada, hasta la silenciosa soledad del manadero del río, resulta atrayente en medio de un imponente circo de rocas, que invita a recorrer los barrancos colaterales. Allí inicia la carretera una fuerte subida para superar los más de cien metros de diferencia de cota entre Somolinos (1.230 m) y Campisábalos (1.350 m.), éste con, quizá, la más bella iglesia románica de la provincia. El agua y las rocas, algunas en arriesgados equilibrios, conforman un sugestivo lugar que lamento no haber conocido antes, quizá porque la carretera invita a correr, y no a detenerse en las singularidades del camino.