Todo es Borobil

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

El comentario
Mercedes Castellano
Lo Borobil es un estado, una filosofía de vida, porque si por algo se caracteriza el entrar en esa dimensión es por el amor a ésta última sin concesiones, sin remilgos ni prejuicios, a bocajarro.
Es la pasión por todos los placeres cotidianos que te brinda la jornada diaria, a poder ser entre amigos sin requisitos básicos; y esa amistad llevada a la práctica más perfecta, la de dar sin esperar nada a cambio, ni tan siquiera explicaciones. Es, por así decirlo, una demostración visceral y espontánea de generosidad cristiana, de ésa que no abunda. Por eso, para quienes llevamos años contagiados por esa particular manera de sentir y vivir, terminamos acuñando esta expresión, hasta volvernos incapaces de sustraernos a sus muchas evocaciones a lo largo y ancho de esta provincia borobil nuestra. Porque si borobil ha sido Don Carnal en su culto a las carnes tolendas y a la fiesta multicolor con su legión de botargas, no deja de serlo, paradójicamente, Doña Cuaresma, cuyo austero reinado de cuarenta días nos encauza hasta la Pasión del Señor, que, no en vano, es la que bautiza a la Cofradía más borobil de cuantas hay en esta capital morada. Una hermandad que se circunscribe a la Parroquia de Santiago Apóstol, en barrio habitado también por las ánimas del Purgatorio que resucitan cada otoño en el antiguo Convento de la Piedad en la representación mendocina del Tenorio, que ya es más de Borobia que de Zorrilla, por ser aquél parte y todo de Gentes de Guadalajara, buena gente de Guadalajara. Es más, si los versos del Comendador resuenan como ecos patrimoniales de Guadalajara, más lo hacen los ripios y sonetos con los que Javier nos agasaja de forma espontánea al calor de la barra de un bar o al cruce de nuestro camino diario. Y es que ser borobil es ser poético y algo bohemio, al tiempo que religioso y profundamente cristiano; amante de la cultura en toda su extensión, pero mucho más de la que destila esta provincia en todos sus ciclos vitales a la que Javier Borobia nos ha enseñado a amar y descubrir... la misma que ahora le echa de menos. Dedico estas líneas al caballero de la alegre figura, o mejor al escudero que, aunque mesurado en modales, se rinde excesivo a las sensaciones del estómago y del espíritu. Personaje destacado, pero más destacada persona que, desde su elegante humildad, nos tiene conquistados a todos, y pendientes de su batalla blanca, después de que un mal día tanta pasión le explotase por dentro ¡Mucha fuerza, Javier, amigo. Te queremos!