Tormenta en el lago
25/04/2014 - 23:00
Una tormenta en el lago de Bolarque, en la hondonada entre cumbres de la sierra de Altomira, siempre es digna de ser recordación. Y le llamo lago, aunque es embalse, porque así lo nombran los indicadores del recorrido. Es un paisaje de ensueño donde se unen las aguas del Guadiela al Tajo para trasvasarlas al sediento Levante. El cielo estaba nuboso cuando llegamos al embarcadero y la temperatura era agradable. No había señales de que fuera a llover. La quietud y el silencio de la tarde invitaban a admirar la belleza del paraje con casi un centenar de lanchas balanceándose en primer plano y un fondo de pinos y rocas en las peñascosas márgenes del lago. Dos buitres, quizá águilas, planeaban de cumbre a cumbre. Recordé que por aquellas inmóviles aguas navegué en canoa con el ministro Fraga en los años sesenta hasta la presa de Bolarque en un recorrido inolvidable, de angosturas rocosas casi amenazantes, hasta la misma presa. Una paz total nos invitaba a permanecer allí indefinidamente. La quietud de la tarde se empezó a ensombrecer al asomar una nube oscura por el norte y oír unos truenos lejanos que nos devolvieron a la realidad. No tardaron en caer unas gotas y poco después divisamos una cortina de agua que se acercaba rápidamente por la estrechura en curva del brazo de Bolarque.
Entre los altos montes, los truenos retumbaban como estampidos, agrandados por el eco, ya encima de nosotros, y el aguacero no tardó en llegar. Hubo que volver deprisa al coche, aunque, ya en él, nos quedamos un buen rato escuchando el chasquido del agua sobre el agua y el ruido de los goterones en la carrocería del vehículo. La densidad de la lluvia impedía la visión de la chimenea de equilibrio del trasvase que antes veíamos sobre una cumbre inmediata. Desorientados en la gran extensión de la urbanización Nueva Sierra, de quebradísima topografía, no acertábamos con la salida, y el agua empezó a correr por regatos y regueras saltando sobre las piedras. Salimos, al fin, por Albalate de Zorita habiendo entrado por Almonacid. En poco más de cinco kilómetros ascendimos a la más alta cota de la Sierra de Altomira desde los 805 metros de Almonacid.solo propia de nuestra especie, estando vedada al resto de seres vivos del planeta.