Un almuerzo de consenso

20/02/2011 - 13:46 Fernando Jáuregui

Vivimos días de 'revival'. Nada más reconfortante para un país que recordar los días de pesadilla sabiendo que tales pesadillas difícilmente se volverán a repetir. Y aquel golpe de opereta, encarnado sobre todo por un hoy ex teniente coronel jubilado, que reparte su tiempo entre la costa malagueña y sus nietos en Madrid, y un ex general que intenta ahora sutilmente reivindicar su nombre y su papel en 'aquello', muy difícilmente podría reproducirse en esta España de hoy: "son imágenes como de Cromagnon", decía esta semana muy gráficamente el presidente del Senado, Javier Rojo, refiriéndose a los tricornios que, pistola en alto, humillaron al poder civil. El caso es que esta semana el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, ha convocado un almuerzo 'de altura' con todas las fuerzas vivas, pasadas y presentes, precisamente el próximo miércoles, 23 de febrero. Allí van a estar todos, o casi todos, los que fueron y son. No estarán, claro, ni Gutiérrez Mellado, ni Calvo-Sotelo, ni Adolfo Suárez, ese personaje irrepetible al que le lloverán honores merecidos en su momento, por mucho que ahora algunos pseudohistoriadores, desde el resentimiento o el partidismo, traten de manchar su hoja de servicios, creo que impecable, en aquel episodio vergonzoso. Y lo mismo digo de esos mismos escritores de covachuela respecto al Rey. Cierto: hay un par de incógnitas, ya menores, que persisten, como la participación de civiles en la intentona: quien suscribe y otros seis periodistas fuimos procesados en su día por haber escrito un libro en el que se señalaba a varios personajes del franquismo como presuntamente involucrados en la intentona: jamás se celebró la vista oral, porque nadie, ni siquiera los demandantes, quiso abrir aquella carpeta--. Pero hay quienes, por consigna o por tratar de encontrar aspectos inéditos y sensacionales en un golpe que, en sus aspectos fundamentales, me parece que ya ha quedado más que explicado, tratan también de insinuar dudas sobre el papel jugado por Don Juan Carlos en aquellos momentos. A mí, desde luego, las cosas me parecen bastante claras: el Monarca tuvo una actuación clave para lograr algo que no habría podido ser de otro modo, pero que hubiera resultado mucho más difícil y quizá hasta peligroso sin el llamamiento público y las llamadas privadas del Rey: consiguió que las capitanías generales se le pusieran firmes. Y luego, hay que decir que la actitud de los militares españoles, en sus cuarteles y en las misiones que han tenido que desempeñar en el exterior, ha sido desde entonces ejemplar. No en vano los manifestantes en Bahrein quieren un Rey "como el español". No en vano en Túnez, en Egipto, incluso en Marruecos, consta, donde debe constar, que las respectivas Fuerzas Armadas miran hacia el norte, y muy especialmente a España e Italia, a ver cómo reaccionan sus colegas del Mediterráneo europeo, a donde, por cierto, pudieran producirse complicados éxodos masivos de norteafricanos. Especialmente, procedentes de Argelia o Libia, donde el protagonismo de los ejércitos está siendo lamentable, muy lejos de la imagen de las flores en las bocachas de los fusiles. Cuánto me gustaría pensar que, en el almuerzo convocado por Bono, además de recordar los momentos angustiosos de hace treinta años, se pongan en valor esos valores democráticos de los que gozamos desde hace ya tiempo los españoles y se colocase la primera piedra de un consenso en torno a unos cuantos principios fundamentales para garantizar que la democracia española seguirá siendo envidiable en el futuro. ¿Sería de eso de lo que hablaron el jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de la Cámara Baja en su misterioso paseo de casi dos horas por los pasillos del Congreso? ¿Pudiera habe un llamamiento del jefe del Estado, aprovechando ese momento, en tal sentido? Entre las muchas hipótesis que han circulado estos días, no falta quien lo aventure: quién sabe.