Un respeto, por favor

17/03/2016 - 23:00 Javier del Castillo

En mi infancia –lo reconozco– no era una costumbre muy extendida atar a los perros con longanizas, aunque tampoco se les dejaba morir de hambre. A medida que la sociedad española iba avanzando, las condiciones de nuestras mascotas alcanzaban unas cotas de bienestar equiparables a las existentes en sociedades más desarrolladas. La educación y la cultura, como es lógico, también han jugado un papel importante.
La tolerancia y el respeto están muy bien, pero para que se lo aplique el vecino. Entre los múltiples debates que caldean el patio nacional, hay uno que comienza a adquirir proporciones realmente alarmantes. Me estoy refiriendo a la campaña contra la tauromaquia y contra los ciudadanos españoles que libremente deciden dedicarse al arte de torear o al no menos arte de disfrutar de la belleza de los toros.
No soy aficionado a la fiesta (de los toros, me refiero), pero tampoco me disgusta. Me seduce más el ambiente que se respira en una plaza de toros que la interpretación acertada de algunas de las suertes del toreo. Sin embargo, jamás prohibiría a nadie emocionarse libremente con un buen pase de pecho. Como tampoco, por supuesto, se me ocurriría obligar a nadie a presenciar un desfile o una procesión de Semana Santa.
Las campañas antitaurinas reproducen el malestar que a muchos ciudadanos españoles les produce el hecho incuestionable de haber nacido en un país tan peculiar como el nuestro. En un país “muy puñetero”, como decía nuestro querido Buero Vallejo. Pero los toros son tan respetables y tan nuestros como la paella, el flamenco, la sardana o la muñeira.
Conozco algunos toreros – Ponce, Perera y Manzanares, entre otros – y les puedo asegurar que no son “asesinos”. Respetar su libertad es respetar nuestra propia cultura y aceptar el arraigo de la tauromaquia. Dejemos que cada uno elija y disfrute de aquello que le apetezca.
A nadie se le obliga a ir a los toros, ni a participar de armado o nazareno en Semana Santa. Está bien que los animalistas ejerzan su derecho a protestar, pero dentro de un orden.
Porque todavía no les he visto llamar asesinos a los matarifes de una granja de pollos, a los empleados de un matadero o a los cazadores de conejos.
Mejor que les pidan a los políticos que cojan al toro por los cuernos.