Viajes de largo recorrido

Pocos imaginarán en Guadalajara que muchos de los autobuses o furgonetas que cruzan el Estrecho de Gibraltar en barco han parado antes en nuestra ciudad para recoger a un puñado de marroquíes nostálgicos que regresa de forma temporal a sus pueblos de origen con la maleta llena de regalos para los que quedaron y la bolsa de las ilusiones algo más vacía de lo que estaba cuando llegaron a España. No son buenos tiempos para vivir en un país que no es el propio y que, después de haber dispuesto de trabajo para todos los que llegaban, ahora se ve azotado por el drama del desempleo. Los marroquíes, junto con los rumanos, son el colectivo de extranjeros más abundante en Guadalajara. Por ello, también se cuentan por decenas los rumanos que cada semana toman en la estación de autobuses de la capital un billete que esta vez es de ida y vuelta, sólo en escasas ocasiones no lleva fecha de retorno. Más de 3.000 kilómetros por alrededor de 90 euros recorren estos turistas ocasionales que durante unos días volverán a disfrutar de los suyos en su tierra, una tierra a la que tal vez deban regresar, de continuar la economía en dique seco, pero que por el momento es destino estacional a la espera de que otro autobús les suba de nuevo en el viaje de regreso a Guadalajara. Es otra forma de entender las vacaciones, un modelo alejado de los chiringuitos playeros y los rascacielos de apartamentos. Y es que la realidad no es siempre tan homogénea como imaginamos. Basta con darse una vuelta por la Estación de Autobuses de Guadalajara para percatarse de que los viajes, como los libros, siempre se inician con inquietud y se terminan con melancolía.