Vocaciones nativas
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
JOSÉ SÁNCHEZ GONZÁLEZ / Obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
En este III Domingo de Pascua, 26 de abril, celebramos en la Iglesia en España una jornada misionera especial, dedicada a las vocaciones nativas, con el lema: Han sido llamados. ¡Ayúdales! Esta Jornada pertenece, como la del Domund o Propagación de la Fe y la de la Infancia Misionera, a las llamadas Obras Misionales Pontificias. Son obras y campañas promovidas por la Santa Sede en toda la Iglesia con el objetivo común de ayudar a misión de la Iglesia en la obra de la Evangelización de los pueblos.
En la presente campaña de la llamada Obra de San Pedro Apóstol se trata de promover y fomentar las vocaciones al sacerdocio en los llamados países de Misión. Todos tenemos conciencia de lo importante que es el sacerdote en una comunidad cristiana. A veces no se percibe ni se valora su importante servicio hasta que no se experimenta su ausencia o su escasa presencia. Podemos imaginarnos la situación de muchos lugares en las Misiones, con amplísimos territorios, población numerosa y dispersa, dificultades de acceso y de transporte, unidas a la gran demanda de servicios religiosos y de todo tipo de una población pobre, pero religiosa. Sucede, además, que en muchos lugares de Misión surgen abundantes vocaciones, que no pueden ser cultivadas y formadas para llegar a ser sacerdotes por falta de recursos, tanto materiales como humanos.
La Iglesia nos hace una urgente llamada a la responsabilidad y a la generosidad. Nos obliga a ello el mandato del Señor que nos envía a llevar el Evangelio al mundo entero, yendo como misioneros a ayudando a que otros vayan y a que surjan ministros del Evangelio en las propias comunidades cristianas de los países de Misión. En el momento actual, se hace tanto más necesario este intercambio de dones, cuanto que nosotros estamos empezando a necesitar sacerdotes de otros países ante la grave escasez de vocaciones en el nuestro.
Las comunidades cristianas nacen por la predicación y la acción de los misioneros. Pero en la Evangelización es muy importante la inculturación del Evangelio, es decir, la encarnación del Evangelio en la propia cultura de los pueblos, en sus expresiones, manifestaciones, ritos, costumbres, arte y cultura. En este proceso lo tienen más fácil los nativos que los misioneros venidos de fuera, que han de estar muy atentos para no importar su propia cultura como evangelización, que resultaría una especie de colonización.
De ahí la necesidad de que, cuanto antes, de la propia comunidad surjan los diversos carismas, entre los cuales es fundamental el del ministro ordenado diácono, sacerdote, obispo. Como también son importantes las personas consagradas, los catequistas, los ministros de las comunidades, etc.
Se nos invita a tomar conciencia de nuestra obligación y responsabilidad de ayudar, empezando por sensibilizar a nuestras comunidades cristianas. Se nos manda orar, dado que la vocación es un don de Dios, que nace de la llamada de Dios y del encuentro de la persona llamada con Jesucristo, que le lleva a la entrega de su persona y de su vida para servir a Dios y a los hermanos libre de toda atadura y carga humana, dispuesto hasta dar la vida en el servicio.
Se nos pide ayuda económica para que los que son llamados puedan, con nuestra ayuda, formarse debidamente y ser ordenados para el servicio de las comunidades de sus propios países. Una fórmula que se nos recomienda es la fundación de becas por valor de 2.000 al año o de medias becas por valor de 1000 . Ayudaríamos a cubrir los gastos de alojamiento, alimentación, vestido y estudio de los seminaristas, futuros sacerdotes, en los países de Misión. Dios sabrá pagarnos estos gestos de comunión en la Iglesia.
La Iglesia nos hace una urgente llamada a la responsabilidad y a la generosidad. Nos obliga a ello el mandato del Señor que nos envía a llevar el Evangelio al mundo entero, yendo como misioneros a ayudando a que otros vayan y a que surjan ministros del Evangelio en las propias comunidades cristianas de los países de Misión. En el momento actual, se hace tanto más necesario este intercambio de dones, cuanto que nosotros estamos empezando a necesitar sacerdotes de otros países ante la grave escasez de vocaciones en el nuestro.
Las comunidades cristianas nacen por la predicación y la acción de los misioneros. Pero en la Evangelización es muy importante la inculturación del Evangelio, es decir, la encarnación del Evangelio en la propia cultura de los pueblos, en sus expresiones, manifestaciones, ritos, costumbres, arte y cultura. En este proceso lo tienen más fácil los nativos que los misioneros venidos de fuera, que han de estar muy atentos para no importar su propia cultura como evangelización, que resultaría una especie de colonización.
De ahí la necesidad de que, cuanto antes, de la propia comunidad surjan los diversos carismas, entre los cuales es fundamental el del ministro ordenado diácono, sacerdote, obispo. Como también son importantes las personas consagradas, los catequistas, los ministros de las comunidades, etc.
Se nos invita a tomar conciencia de nuestra obligación y responsabilidad de ayudar, empezando por sensibilizar a nuestras comunidades cristianas. Se nos manda orar, dado que la vocación es un don de Dios, que nace de la llamada de Dios y del encuentro de la persona llamada con Jesucristo, que le lleva a la entrega de su persona y de su vida para servir a Dios y a los hermanos libre de toda atadura y carga humana, dispuesto hasta dar la vida en el servicio.
Se nos pide ayuda económica para que los que son llamados puedan, con nuestra ayuda, formarse debidamente y ser ordenados para el servicio de las comunidades de sus propios países. Una fórmula que se nos recomienda es la fundación de becas por valor de 2.000 al año o de medias becas por valor de 1000 . Ayudaríamos a cubrir los gastos de alojamiento, alimentación, vestido y estudio de los seminaristas, futuros sacerdotes, en los países de Misión. Dios sabrá pagarnos estos gestos de comunión en la Iglesia.