Miles de personas abarrotan la Fuente de la Niña en el concierto de Fito y sus Fitipaldis
10/05/2015 - 15:59
Guadalajara llegaba tarde a Fito. Faltaban pocos minutos para las once de la noche y por el paseo de San Roque aún se apresuraba un incontable goteo de rezagados. Si había tanta gente fuera, dentro debía estar medio vacío, pero no, la multitud ya se encontraba bien agolpadita frente al escenario, expectante. Muchos rostros jóvenes en las primeras filas, ansiosos por corear las turbulencias internas de un hombre que ha vivido todos los demonios de la noche y que ahora los comparte como si fueran poesía.El primer envite, una vez se apagaron las luces y quedó iluminado el escenario, fue para animar al respetable. A nadie le costó corear el buen rollo de "Viene y Va". Lleno de vitalidad, de ahí pasó a "Por la boca vive el pez". ¿Quemando cartuchos demasiado rápido? No, el de Bilbao es perro viejo en esto y sabe que tan importante como acabar en alto es empezar bien, metiéndose al público en el bolsillo. Éxitos le sobran, así que sumó un tercero, "Me equivocaría otra vez", en el que sacó su cara más íntima. Incluso se olvidó durante un rato de la guitarra para que salieran a relucir las manos del coprotagonista de este concierto, Carlos Raya.
Llevaba ya tres canciones sin casi un "hola" cuando llegó el momento de saludar al público, jalearle un poco, antes de entrar en uno de los temas del último disco, "Lo que sobre de mí", ¡como si fuera necesario! El debate sobre Fito siempre gira en torno a si todas sus canciones suenan igual o no.El sábado, en la Fuente de la Niña, eso no importaba. Dicen que todos los artistas cuentan una y otra vez la misma historia, pero de distinta forma. Él mismo apuntaría ese camino minutos después, con "Corazón oxidado". "Todas las canciones son la misma", reconoce un Fito que funciona de maravilla en esos temas en los que se pasa examen a sí mismo. Es ahí cuando comparte vena con un público que también ha aprendido a amar y odiar tanto a la noche como a sus propias contradicciones, sobre todo las más irreflexivas.
"Como pollo sin cabeza" fue un descanso antes de volver a otro examen de conciencia, el de una "Entre la espada y la pared" en la que el saxo de Javier Arzola parece sentir casi más que el propio Fito. No es de extrañar que gente como Arzola y el propio Raya acompañen a un tipo que sabe apreciar la buena música y al que, por lo tanto, es inevitable sacarle algunos parecidos, como el que existe entre "Me acordé de ti" y los conductores suicidas de Joaquín Sabina, o entre la guitarra de "Pájaros Disecados" y la de Mark Knopfler, guiños lógicos en un melómano.
Con "Cerca de las vías" se preparaba el asalto a otro de los momentos cumbre del concierto, "Corazón Oxidado"."Está la noche para tomarse un chupito", confesaba un tipo del Bilbao mismo a un público alcarreño que en su mayoría ni sentía ni padecía, pero, por si estaban quedándose fríos, ahí les dejó casi 10 minutos de música ininterrumpida con los solos de Raya, Fito y la batería, un pase perfecto para entrar de cabeza en el rock de "Garabatos". Y como los Fitipaldis saben manejar los tiempos, en seguida levantaron el pie del acelerador para dar un descanso con "Quiero beber" y "Pájaros Disecados" antes de entrar en la recta final de la primera parte del concierto. "Nada de nada", una de las pocas canciones protesta que debe tener en su repertorio; "Tarde o Temprano"; y un "Soldadito Marinero" que quizás se empeñó demasiado en buscar la dichosa lágrima en la arena terminaron por todo lo alto con "Antes de que cuente diez".
Como en Guadalajara nos conocemos bien el protocolo de los conciertos, nadie se desgañitó en exceso al ver a Fito y los suyos abandonar el escenario. Volvió al rato el cantante para preguntar si se cantaba otra y, recibido el consentimiento, se dejó llevar por el órgano Hammond de Joserra Senperena en "Después del Naufragio", primero, y "Nos Ocupamos del Mar" después, un versión rockera del tema de Javier Krae que inmortalizara Alberto Pérez con su delicada voz.
Después del segundo final llegó el segundo bis y ahí la nostalgía llevó a público y cantante, armado con una guitarra acústica, hasta el "Alucinante" de Platero y Tú. Un pequeño guiño al pasado en el que, esta vez sí, la Fuente de la Niña bordó los coros. Llegaba el final, ya el bueno, el de verdad, el de otra fiesta con la música de calidad, esa que tiene una personalidad imborrable y matices a patadas. "Si os queda voz, dejarla en esta canción", pidió antes de decir adiós con "Acabo de llegar", ¿una fina ironía? ¿la confesión de un hombre que sigue desnudando el mismo alma de forma distinta en cada nuevo disco? ¿O, simplemente, la advertencia de un tipo que ha consquistado a un público masivo con sus aristas? Vaya usted a saber. Lo único cierto es que ya hay miles de personas que están deseando que vuelva para escuchar otra vez más de lo mismo.