A mi teniente
Abre puertas, sube esófagos y se dispara por la boca con la misma velocidad que la lava de un volcán. Una imagen, que ni un cuadro del Greco la igualaría.
Con todos mis respetos y mis más sinceras y rendidas pleitesías por la labor que desarrolla el “Cuerpo” al que usted dignamente pertenece, tengo el placer de dedicar este artículo a mi Teniente.
Hoy me tocaba hablar de la gastroenteritis. Y a ello me debo. Es una inflamación, itis, que afecta al gastro, estómago, y al intestino, enter. Así de fácil.
Puede originarse por un alimento en mal estado, una infección o estréss. Qué le voy a contar a mi Teniente.
Produce efectos volcánicos en el estómago porque su naturaleza no comulga con la causa que lo produce. Expulsa contra natura aquello a lo que muestra el rechazo. Abre puertas, sube esófagos y se dispara por la boca con la misma velocidad que la lava de un volcán. Una imagen, que ni un cuadro del Greco la igualaría.
Pero hay más. El intestino, ajeno a los avatares estomacales, se solidariza con el vecino de arriba y por no ser menos, se vacía como un grifo por donde usted muy bien sabe. El ciclón intestinal arrasa con la flora bacteriana y toda la fauna que encuentra a su paso. Reina el desorden y te horizontaliza el cuerpo durante varios días.
Si a usted llegara tamaña circunstancia en pleno ejercicio del cargo y, tuviera que ausentarse momentáneamente ante tan irreprimible acto fisiológico, le pido a Dios con mi más ferviente deseo que su inmediato superior jerárquico haya experimentado en alguna ocasión, tan desagradable trastorno digestivo, a fin de que su tolerancia hacia usted por tal ausencia motivada, sea empática y hartamente comprensible.
Como podría haber dicho Gandhi: “Antes de juzgar a una persona debes caminar durante tres días con sus zapatos”.