A pie de firma

03/03/2018 - 16:15 Javier Sanz

He reparado que un poco más abajo de mi artículo en la edición digital de Nueva Alcarria me acompañaba la fotografía de una mujer espléndida.

Cosas de la vanidad, aunque uno manda el artículo en punto y hora, se da a leerlo en Internet, en la web del periódico. También por comprobar que, una semana más, el “me gusta”, seguido del puño de autoestopista con el pulgar hacia arriba, no lo pulsa ni dios. Mal asunto, pues viene a ser el signo con el que el César indicaba si el gladiador volvía a casa o pasaba a los intestinos de los leones, por donde metafóricamente pasamos los articulistas las más de las veces.
    He reparado en que un poco más abajo, a pie de firma, me acompañaba la fotografía de una mujer espléndida que hasta ahora me pasaba desapercibida, salvo que sea de nueva inclusión. Después he leído el texto anexo: “Hombres. No Necesitaréis La Pastilla Azul Si     Hacéis Esto”. Desocupado como estoy, vuelvo a pulsar, ahora sobre las letras, -curiosamente de color azul- y el titular es magnífico: se trata de un medicamento que curó a su marido de la disfunción eréctil, lo cual ha salvado la vida sexual del matrimonio, pues que “ahora sus erecciones duran hasta 2 horas”.
    Sorprendido por el prodigio, que se me antoja incomodísimo en minutos 120, sigo leyendo con interés el argumento, aunque va precedido de un “Hola a todas”. Pertinaz, no me doy por excluido. Mi cara debe ser ahora la del emoticono con expresión de máxima sorpresa cuando la protagonista recuerda un post previo en el que anunciaba la impotencia marital que no remediaba “ni siquiera con sexo oral o con una pajilla, y si lo conseguía no llegaba a los 3 minutos” –récord mundial a cierta edad, por cierto-.
    Pues bien, la señora le dio las gotas a su marido a la hora de acostarse, “diciéndole que eran vitaminas”. De lo que vino después no daré detalles pues pudiera ser esta mi última columna, aunque entrecomillara lo que leo. El vitaminado esposo se ha transformado en un prodigio, hasta el punto que el matrimonio estuvo… “por 1 hora y 47 minutos”. La señora me empieza a parecer, además de rijosa, indiscreta y relojera, también obsesiva. Supongo que en el descuento, minuto 48, ya estaba tecleando el resultado en su post mientras el marido era una agujeta global con los ojos en blanco. Concluye su alocución la delicada dama con un “mi marido ahora dura más que nunca”. Pues no, señora, su marido le va a durar bien poco de seguir usted endilgándole dichas “vitaminas”. Se lo dice un médico.
Pero no tire el frasco. Quién sabe si el portero, limpiando el rellano de su escalera, no llama al timbre para pedirle un vaso de agua. No sabe la que le espera al probo empleado de la finca. Pero a usted le aguarda un nuevo récord: alivio de luto… en cinco días, cinco. Aun en cuaresma, como estamos.