Adarves caóticos

25/06/2016 - 13:00 Antonio Yagüe

El paseo de los Adarves de Molina presenta estos días el aspecto de una especie de campo de batalla.

Parece que todo cambio de Gobierno, sobre todo autonómico, tiene que ir irremisiblemente acompañado de obras. Pero no científicas ni artísticas o literarias, ni siquiera buenas o de misericordia. Obras de verdad, de pico y pala, con proyecto y presupuesto a costa de los contribuyentes (unos más que otros) desescombros, compresores, camiones, palas, vallas, operarios con casco, ruidera…  Y, sobre todo, para que luzcan, como el dinero, y duren para que se vean más.
    Es el caso de la nueva remodelación del histórico paseo de los Adarves de Molina de Aragón. Estos días presenta el aspecto de una especie de campo de batalla o escaramuza no menor. Sobre todo por la pugna de nativos y forasteros por lograr aparcar en una de las principales arterias de la ciudad. Hasta ahora era espaciosa, pero ha vuelto a hacer honor a su primitivo significado árabe de ‘el camino estrecho’ o desfiladero.  Y parece que, según el proyecto, lo seguirá haciendo, ya que se ampliarán las aceras, como nadie se había dado cuenta que era necesario, y se reducirán al máximo los espacios para estacionar o detenerse un minuto.
    Los cambios suelen ser siempre subjetivos, y pocas personas tendrían argumentos para rechazar los 230.000 euros arrimados por la Junta de García Page, salvo anteponer un destino más urgente y necesario de la inversión. Tampoco es razonable oponerse si supone la mejora de una vía pública. Pero parece elegida por el enemigo la fecha para llevarlas a cabo, en vísperas de las Fiestas del Carmen y del verano con días de masiva afluencia de personas de los pueblos de la zona a la capital comercial y administrativa. Buena parte de oficinas y comercios se ubican en Los Adarves. El caos parece garantizado.
    En mi pueblo reza un dicho, a modo de maldición: “a quien mal quieras de obra lo veas”, que indica lo  engorroso y de nunca acabar que suelen llevar aparejadas. También había otro malicioso y socarrón: “Cuando seas alcalde, arreglarás tu calle”. Parece que así hará a su manera el primer edil. Se arreglará su calle por todo lo grande y, cosas de proyectos y proyectistas, al llegar a su puerta parece que se les ha acabado la tinta de las abundantes prohibitivas rayas amarillas. Casualidad: allí sí se podrá aparcar.