Ahora no podemos parar
29/12/2014 - 23:00
Con tan solo dos años el pequeño Iridé ha conseguido burlar a la muerte. En el hospital de Gitega, en Burundi (uno de los países más pobres del mundo), recibió el tratamiento para sobrevivir a una neumonía, una de las enfermedades que todavía provocan millones de muertes en niños menores de 5 años. Estos tratamientos salvan vidas.
Como lo hacen las campañas de vacunación; en 2013, UNICEF suministró 2.790 millones de vacunas para inmunizar a más de un tercio de los niños del mundo, evitando entre 2 y 3 millones de muertes. Las campañas de vacunación son uno de los pilares de la supervivencia infantil y una de las claves para acabar con la mortalidad de menores de cinco años. Gracias a ellas y a todos los esfuerzos realizados en todas las áreas del trabajo por la supervivencia infantil (nutrición, salud, agua y saneamiento), se ha conseguido que los índices de supervivencia infantil hayan mejorado radicalmente.
El número de muertes de niños menores de cinco años por causas prevenibles se ha reducido a casi la mitad entre 1990 y 2013, pasando de casi 12,7 millones a 6,3 millones. Hoy en día sobreviven más niños a la edad de cinco años que nunca antes en la historia. Si quieren un dato más contundente: esto significa que 100 millones de niños menores de 5 años han sobrevivido a enfermedades como la neumonía, la polio o la diarrea. Sin embargo, aunque parezca increíble, todavía más de 17.000 niños mueren cada día por causas que podemos evitar con medidas tan sencillas como una vacuna, una nutrición adecuada o acceso a agua potable. 17.000 niños que hoy, y otros tantos mañana y pasado mañana, verán truncada su existencia y no llegarán a celebrar su quinto cumpleaños, nunca terminarán la escuela, y nunca conseguirán sus sueños. ¿Otra cifra contundente? Se calcula que desde el año 1990, 223 millones de niños murieron antes de su quinto año de vida, en su mayoría por causas evitables. Una cifra estremecedora ante la que no podemos permanecer parados. La buena noticia es que es posible avanzar más rápido en la reducción de la mortalidad infantil. Las experiencias de muchos países muestran que es posible reducir de manera drástica el número de muertes prevenibles de menores de cinco años en todos los países, sea cual sea su nivel de renta.
Los datos del último informe de UNICEF sobre supervivencia infantil (cuyas grandes cifras ya he apuntado) no han salido en las portadas de los periódicos, ni han sido la comidilla en las barras de los bares o la oficina, ni han ocupado espacio en tertulias de actualidad de radios y televisiones. Pero estamos ante un avance sin precedentes en la historia de la humanidad. Ante el resultado de una revolución silenciosa que está bien encaminada si todos somos capaces de no parar en el esfuerzo colectivo de salvar vidas. ¿Alguien duda de que no sea necesario y obligado hacer todo lo posible por salvar la vida de los más desfavorecidos, sin objeciones y sin excusas? El impulso que ha permitido reducir la mortalidad infantil a la mitad desde 1990 debe continuar. Ahora no podemos parar, no podemos parar de salvar vidas. Y no podemos parar porque sabemos que cuando se invierte en salud, en nutrición, protección y supervivencia infantil se salvan vidas. Pero, además, ese esfuerzo va mucho más allá, ya que a medida que mejora la supervivencia infantil, también lo hace la esperanza de vida, y la mejora en un año de la esperanza de vida de una población se asocia a un incremento del 4% en el producto interior bruto de un país.
Invertimos por tanto en su desarrollo, en su bienestar y en su futuro. El objetivo es ambicioso y no podemos perder tiempo. La supervivencia del niño es una responsabilidad compartida. Cada segmento de la sociedad tiene un papel que desempeñar. Los gobiernos (en cuyas manos se encuentran los políticas públicas), el sector privado (a través de la Responsabilidad Social y que ejerce, no lo olvidemos, una enorme influencia sobre la disponibilidad, asequibilidad y la calidad de los productos que salvan vidas), las ONGs, los grupos de la sociedad civil (que promueven la agenda de la supervivencia infantil a través de la acción y la promoción a nivel regional y local), todos debemos comprometernos para que cada niño pueda crecer y desarrollarse saludable y en igualdad de oportunidades.
No es algo que le damos, es su derecho, recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño, que cumple 25 años. Sabemos que todavía es escalofriante el número de niños que mueren antes de cumplir los cinco años, por una diarrea o una neumonía; sabemos que nuestra, hasta hace dos días, opulenta sociedad no atraviesa su mejor momento; sabemos que el reto es abrumador y requiere del esfuerzo compartido de todos. Pero también sabemos que el camino que se emprendió hace algunas décadas para salvar la vida de los más indefensos del planeta está dando resultados; sabemos que la esperanza es vital, que el conocimiento crítico y que el éxito no está tan lejos como parece. Sabemos que en muchas partes del mundo, como escribía Eduardo Galeano, día a día se niega a los niños el derecho de ser niños y que mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños. Sabiendo todo eso, ahora no podemos parar. Sigamos trabajando para que todos los niños, en todos los rincones del planeta consigan tener un futuro, consigan ser niños.