Amparo Adalia en las casas del Alamín
Ahora un abogado, nieto de usuarios, reclama que no le pueden echar de una de las casas.
Han sido noticia estos días unas casas del Alamín, gestionadas por una organización católica, las conferencias de San Vicente de Paúl, que fueron construidas en la década de 1960 para algunas de las familias más necesitadas de Guadalajara. Ahora un abogado, nieto de usuarios, reclama que no le pueden echar de una de las casas. Sus abuelos, que estaban muy lejos de poder estudiar en la universidad como el nieto, fueron sin duda vecinos de una mujer alcarreña llamada Amparo Adalia, muy especial para mí, para mi hermano y para mis padres, fallecida en 2012.
Amparo, nacida en 1922, se coló en nuestra familia más o menos cuando yo nací, en 1980. Mis padres venían de Soria, trabajaban en la Tudor de Azuqueca, y casi no tenían amigos o contactos que les aconsejasen una mujer para cuidar de dos niños pequeños. Primero apareció una hija de Amparo, pero ésta se fue el primer verano a las vendimias de Francia, la madre la sustituyó durante esas semanas y, al regreso de la joven, mi madre pensó que la madre lo hacía mejor que la hija. Amparo se quedó con nosotros hasta 1987, cuando enfermó, y a pesar de recuperarse ya no volvería a trabajar. Se merecía el descanso.
Para mi hermano y para mí ella era como una abuela, muy diferente de aquella de Soria, Teresa, que era mucho más burguesa. Amparo jugaba a la brisca con nosotros, nos llevaba a dar paseos y a tirar piedras al río Henares, dábamos largas caminadas por esos senderos que hoy quedan del otro lado de la autovía, más allá del Corte Inglés. En alguno de esos paseos, Amparo nos señaló unas cuevas y creo que nos contó que ella había vivido en un sitio así 40 años antes. Amparo caminaba más de una hora todos los días, pues vivía lejos de la Avenida de Castilla, en las casas de San Vicente de Paúl. Ella era una de las 90 familias que consiguió una buena casa, cerca de 1960.
Por eso, por la historia de Amparo, creo que se debe contar mejor la historia de estos bloques. Esta iniciativa sacó a Amparo definitivamente del mundo de las cuevas, por lo que me parece injusto que cualquier abogado con mala leche, nieto y no hijo de usuarios, por eso sin ningún derecho, pueda manchar la imagen de este hermoso proyecto. El otro lado, el de las conferencias, peca, es cierto, de falta de trasparencia, lo lleva gente mayor que desconfía de estas noticias que corren tan veloces por internet y por whatsup. Que yo sepa, nunca se escribió la historia de estas casas. Se sabe poco, lo que se sabe se repite una y otra vez, enseguida con errores.
Pero el mismo internet que desparrama las mentiras con demasiada facilidad, nos da las pistas del pasado que hay que recuperar con urgencia. La hemeroteca digital del ABC, por ejemplo, ya nos cuenta algunas cosas. El ABC de 31 de marzo de 1960, comenta que desde el final de la guerra, el problema de la vivienda había adquirido “caracteres angustiosos,” muchas eran las familias de Guadalajara que vivían en casas “pequeñas, ruidosas, antihigiénicas.” La Delegación Provincial de la Vivienda quería levantar 500; el ayuntamiento estaba levantando un centenar cerca del fuerte de San Francisco, para lo que habían recibido 700 solicitudes. Surge por la primera mención a las Conferencias de San Vicente de Paúl, que preparaban 150 viviendas en terrenos donados por la Condesa de Romanones, en el barrio del Alamín. El corresponsal de ABC, Luis Monje Ciruelo, subrayaba el proyecto, que revalorizaría un barrio donde dominaban las aguas del arroyo, “aguas residuales y cenagosas que despiden odores metíficos.”
Me ha llamado la atención, habiendo pasado 12 años en Salesianos, el trabajo invisible de estas “Conferencias.” A primera vista son poco más que una pequeña puerta junto a la iglesia de San Nicolás, donde se reparte comida a familias necesitadas, extranjeros los lunes, nacionales los jueves, de 5 a 7 de la tarde. Ahora descubro que el término Conferencias viene del grupo fundador, un conjunto de profesores franceses, laicos todos, que se reunieron por primera vez en París en la década de 1830, tras unas conferencias de historia. Si mis Salesianos eran italianos, éstos resulta que eran franceses. Los centros educativos de Guadalajara son mucho más internacionales de lo que parece a primera vista.
Pero lo que más me gusta de esta ONG, que es lo que se le denominaría ahora, es el haberle sacado a la condesa esa finca, para darle después una casa a familias como la de Amparo, que antes de morir tenía 4 hijos (Julián López Adalia ha fallecido hace pocos meses), 14 nietos y 4 bisnietos. Desgraciadamente este gesto sigue siendo tan extraordinario en 2018 como en 1960, que una persona deje una parte de su fortuna a una obra social, en vez de dejarlo todo a sobrinos distantes o a hijos que no se hablan entre sí. Yo, que trabajo desde hace años en una ONG de medio ambiente, sé bien lo titánico de conseguir unos pocos recursos en una pequeña asociación. Nos faltan muchos gestos frecuentes en países como Inglaterra. Conozco bien la historia del asociacionismo medioambiental de Portugal, y es tremendo ver cómo han desaparecido casi todos los grupos que ya estaban en activo hace 30 o 60 años. Por eso subrayo, como Luis Monje, los trabajos de estas conferencias y la decisión de la condesa. Echemos una mano a iniciativas como ésta, no les hagamos la existencia todavía más penosa.