Ante el IRPF
Puede resultar enojosa, pero conveniente, la relación de los atendidos por la Iglesia.
En pleno periodo para la declaración de la renta conviene recordar a los olvidadizos que hay una casilla en el impreso donde los que nos sentimos católicos, aunque solamente seamos practicantes, tenemos el compromiso moral de poner una cruz en la casilla titulada “asignación tributaria a la Iglesia católica”. Y los que disponemos de una tribuna periodística, el deber de divulgar las razones para ello. Por supuesto, si somos creyentes o aspiramos a serlo, y si la campaña anticlerical de los que no creen ni quieren dejar creer no nos ha hecho ya un lavado de cerebro. Porque el ateísmo y el supuesto progresismo han dicho de la Iglesia católica tantas perrerías que parece como si, a pesar de ello, a los católicos no nos importara pasar por tontos. Es posible que en la Iglesia, como en toda empresa con faceta humana, haya personas y actuaciones rechazables. Pero yo no sé qué especie de venda pone el anticlericalismo en los ojos de algunas personas para que, independientemente de la fe que no todos merecen, consideren a la Iglesia como algo negativo cuya eliminación mejoraría a la Humanidad. Ciñéndonos a España hay bastantes que piensan que nuestro país ganaría, desde el punto de vista material, si desapareciera la Iglesia. Entienden que es una carga y una rémora el dinero que el Estado destina a sostenerla, que apenas cubre el 30% de sus necesidades. Ignoran, u olvidan, que la realidad es lo contrario: el Estado tendría que gastar mucho más si no contara con la colaboración de la Iglesia. La carga estatal sería mucho mayor si al 0’7 por ciento de la cuota resultante no le añadiéramos los fieles aportaciones particulares en donativos, cuestaciones y trabajos totalmente desinteresados de cientos de miles de voluntarios, miembros activos de asociaciones y cofradías. Puede resultar enojosa, pero conveniente, la relación de los atendidos por la Iglesia: 1.400.000 niños en sus colegios; más de 200.000 inmigrantes; presos de 77 cárceles españolas; más de 50.000 niños y jóvenes de Educación Especial; más de 25.000 huérfanos; más de 57.000 ancianos. Sin contar con que trabaja en 200 centros hospitalarios; 876 casas de ancianos, enfermos crónicos e inválidos; 900 orfanatos; más de 300 guarderías; 365 centros de Educación Especial; 144 centros de caridad y sociales y 300 consultorios; 18.000 sacerdotes, religiosos y seglares en 147 países, etc. O sea que la Iglesia le conviene al Estado a pesar de que frecuentemente es un incordio ante el ambiente moral reinante.