Arqueología y ciudad. Una compatibilidad


Con lo que se ha destruido aquí, nuestro casco tendría que ser el más renovado, actualizado y vivo de la península“.

Hace unos días Santiago Cortés Prieto finalizaba su colaboración en estas páginas con esta pregunta: “¿Queremos un casco antiguo renovado, actualizado, dinamizado, atractivo, sugerente y vivo; o queremos un “parque arqueológico” que es en lo que está camino de convertirse según se pretende aplicar la Ley de Patrimonio?”. Creo que deberíamos reflexionar un poco sobre la relación entre Arqueología y desarrollo urbanístico.
    ¿De esta pregunta debemos deducir que el estudio y la conservación de los restos arqueológicos que últimamente han aparecido en la capital, son los que impiden que tengamos una ciudad ideal? Creo que no es difícil rebatir este argumento: con lo que se ha destruido aquí, nuestro casco tendría que ser el más renovado, actualizado, dinamizado, atractivo, sugerente y vivo de la Península y parte del extranjero.
    ¿Acaso las ciudades que han integrado sus restos arqueológicos en el entramado urbano, no son dinámicas, o mejor, no son atractivas? No hemos de olvidar que cuando alguien visita una ciudad son precisamente esos retazos de historia lo que va buscando; no creo que mucha gente vaya a venir a Guadalajara a contemplar precisamente las creaciones arquitectónicas contemporáneas de la ciudad.
    Un mal entendido sentido del progreso y la especulación nos han privado ya de gran parte de nuestro patrimonio construido, ¿es hora también de privarnos del exiguo patrimonio arqueológico que nos queda? ¿Hemos de volver a hacer arqueología en los vertederos de obra cómo sucedía en los años 80 y 90 e incluso después, dejando a merced de chamarileros las piezas que salían en los vaciados de los solares, para que las vendieran en el Rastro, como ya ha sucedido?
¿Alguien se está dando cuenta de lo que hay en juego? Los habitantes de Guadalajara deben saber que, aunque parezca lo contrario, nuestra Historia se conoce muy mal, especialmente en lo que respecta a la Prehistoria y a las épocas islámicas, el origen, y medieval cristiana y que los documentos escritos son los que son, y no hay más. No nos queda más recurso, para conocer el devenir histórico de la ciudad, por cierto entonces una de las más importantes de la Península, que los restos arqueológicos que se recuperen. Entre ellos se encuentran estos retazos de iglesias que ahora han aparecido de las que prácticamente desconocíamos todo y que nos volverán a lanzar con su estudio al lugar que merecemos dentro del mapa de las construcciones mudéjares de la Meseta. ¿También tenemos que quedarnos sin esto?
Lo que no podemos permitir es que los intereses particulares sigan prevaleciendo sobre el interés común, porque los bienes arqueológicos son de Dominio Público, es decir, propiedad de toda la Comunidad, y la ciudad es de todos, la vivimos todos y la hacemos entre todos. ¿Alguien puede afirmar que recuperar un resto histórico, ya sea construido o un yacimiento del subsuelo, no es hacer ciudad?, que yo sepa, hacer ciudad es acercar al ciudadano todos los aspectos que le permitan integrarse mejor, conocer y disfrutar el lugar en el que vive, ¿desde cuándo su historia no es uno de estos aspectos? Y el problema no es que prevalezcan unos derechos sobre otros, porque mecanismos hay para que la autoridad no deje desamparados los derechos de nadie. No se puede tener siempre a la gente de Guadalajara abocada a la resignación del “pues lo tirarán, seguro”.
    Yo soy consciente del descrédito que Guadalajara tiene en cuanto a la conservación de su patrimonio y especialmente del arqueológico, porque del monumental lo tiene todo el mundo asumido, pero ¿son conscientes quienes tienen que enmendarlo, entre ellos los arquitectos?, ¿saben que en una época como ésta en la que la información llega a todos y rápido se debería ser modélico en estos aspectos? porque la conservación y la rehabilitación son algunas de las acciones que invitan a los foráneos a acudir a una ciudad y que transmiten una idea de un casco antiguo atractivo, sugerente y vivo. Si siempre somos noticia por lo que tiramos y por lo que no conservamos, mal vamos.
Una excavación arqueológica ¿hace menos renovado, actualizado y dinámico el casco? ¿Es que alguna vez han impedido los restos arqueológicos que se renueve el caserío de esta ciudad?, a
    lo mejor se ha retrasado una construcción, pero normalmente, aunque siempre se diga lo mismo, la culpa no es de los arqueólogos. La culpa es de una mala planificación que echa mano del arqueólogo en el momento casi mismo de empezar la obra o cuando surgen los restos ya empezada, porque, en muchos casos, o no se ha exigido o se ha intentado zafarse hasta el último instante de hacer el estudio arqueológico del solar y claro, los plazos corren. Habrá que tener en cuenta también qué se quiere decir con actualizado y si todos queremos según qué tipo de actualización.
    Ya no se puede remediar esta súbita “renovación” del caserío del casco histórico, que ha generado tantos solares, a los que habrá que aplicar, por ejemplo, el artículo 61 del Texto Refundido de las Normas Urbanísticas del Plan General de Ordenación Urbana de Guadalajara, que dice que en los lugares donde existan o razonablemente se presuma la existencia de restos arqueológicos habrá que aportar un estudio de los mismos, porque no es sólo la Ley de Patrimonio la que exige tener en consideración estos restos, y estos solares están todos en esa circunstancia.
    Si hay que hacer esos estudios, y hay que hacerlos, por qué no damos ya ejemplo y hacemos un favor a la comunidad científica que está esperando cualquier dato que venga de Guadalajara, y les puedo asegurar que es así, y pensamos de una vez en quienes queremos ocuparnos del Patrimonio de nuestra ciudad, que no somos pocos, y no en preocuparnos por él. ¿Por qué no se comienza ya a proyectar la excavación de esos numerosos solares, que, como he dicho, conservan lo poco que nos queda ya por recuperar de nuestra historia? Y por favor, que sea antes de que empiece otra fiebre constructiva; así evitaremos las prisas, las tentaciones destructivas, los sonrojos posteriores y el injustificado desprestigio al que se somete a los arqueólogos y a la Arqueología en lo que se refiere al desarrollo urbano.