Buero, sí en Madrid

27/08/2017 - 10:53 Antonio Yagüe

Las administraciones madrileñas llevan a cabo lo que el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, no quiso hacer.

Hace un refrán de hace veinticuatro siglos que “más vale tarde que nunca”. Se atribuye a Diógenes el Cínico cuando quiso aprender solfeo de anciano. Haciéndolo suyo, los gobiernos de Madrid han decidido celebrar, con un año de retraso, el centenario del nacimiento de Buero Vallejo, hijo de Guadalajara.
    El Centro Dramático Nacional ha puesto en escena una El concierto de San Ovidio. También ha inaugurado en la Biblioteca Regional exposiciones de dibujos y de manuscritos varios, cedidos por su viuda, la actriz Victoria Rodríguez.
    Las administraciones madrileñas llevan a cabo lo que el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, no quiso hacer. Más entusiasmado con Podemos, parece que tomó nota del Ayuntamiento de Carmena, que se excusó tildando a Buero, comunista hasta la médula, de “autor franquista”. Page también dio largas al ofrecimiento del director teatral Manuel Canseco de llevar una de sus obras de gira por nuestra comunidad. Habría completado así un merecidísimo homenaje como el brindado sin reservas por el Ayuntamiento y la Diputación arriacenses. Todo se frustró.
    Entrevisté varias veces al ilustre dramaturgo, una con su amigo Vizcaíno Casas, tenido como referencia derechista. Buero, hombre culto y tolerante al que no voy a descubrir ahora,  fue compañero de cárcel de Miguel Hernández y autor del famoso dibujo a plumilla del poeta.
    En 1997, Canseco estrenó en Sevilla el último montaje que Buero pudo ver de El tragaluz, la primera obra que logró superar las trabas de la censura y hablar de la guerra civil en los años sesenta. El poeta Francisco Brines, que sucedería a Buero en la Academia hizo pública exaltación de ella en su discurso de ingreso: El tragaluz —decía--, obra basada en el juego, tan presente en la ficción cinematográfica hasta nuestros días, de los viajes a través del tiempo; junto a ello, el persistente simbolismo, revelado ahora desde las connotaciones del lugar en que transcurre la historia hasta la espiritualidad, la conducta de los personajes y sus relaciones y enfrentamientos. Obras que confirman a Vallejo como una de las más lúcidas conciencias de la España de la segunda mitad del pasado siglo, en los ámbitos de lo moral, lo existencial, lo cívico y lo político”. Page no se ha enterado, pero puede respirar tranquilo. Y seguir cobrando un sueldazo junto a sus nuevos socios.