Caducidad

26/03/2019 - 11:09 Jesús Fernández

 ¿Dónde están hoy las grandes figuras de la transición, de la historia no muy lejana, de las finanzas, de las realizaciones?

La antropología  no quiere amargar la fiesta a nadie pero tiene que ser oída en este festival de la libertad en que se ha convertido la democracia. De lo contrario, parece que la política es una carrera hacia la ambición acompañada de vocabulario griego. Humanismo existencial y real. Más que de caducidad tenemos que hablar de fugacidad del poder. ¿Qué son o qué se creen que son los poderosos? Unos hombres y nada más que hombres. Estos no han reflexionado sobre la fugacidad del tiempo, de la vida, de las cosas, del poder, de las riquezas. ¿Dónde están hoy las grandes figuras de la transición, de la historia no muy lejana, de las finanzas, de las realizaciones? Ya les convendría pensar más sobre el sentido de la vida breve. Una cabeza llena de utopías, un corazón lleno de ambiciones, un deseo irrefrenable de riquezas. Esa es la vida de muchos gobernantes. Ellos también pasarán como han pasado otros al olvido.

A parte de eso, los políticos  caminan sobre una ola. Las multitudes que les siguen y aclaman. Las olas que mueve el viento, o sea, la fuerza de los intereses comunes. En cualquier momento cambian de dirección y se quedan solas y se deshacen confundiéndose con el agua. Olas solas. Los ayer aclamados están hoy olvidados. La vida pública transcurre entre aclamaciones, promesas, sueños, pasado y decepciones. El valor y el sueño están al principio de la política, la decepción y la soledad al final.

 Las multitudes. ¿Qué son las multitudes en política? Todos los regímenes, todos los dictadores, todos los tiranos tienen sus aplausos, balcones  y multitudes que llenan las plazas y son recibidos como héroes y salvadores. Esas mismas masas, con sus gargantas y sus  voces, exaltan hoy y condenan mañana. Todo es efímero y cambiante. Hay poca determinación en las manifestaciones donde es muy difícil convertir la diversidad  en unidad de intereses. ¿Dónde tenían que estar trabajando o estudiando esos que acuden a  cualquier hora a las manifestaciones? Son profesionales de la protesta y disponibles para ella. Esos que aclaman también venden y cobran su grito y vocerío en forma de cargos, subvenciones, sueldos o concesiones.

El poder temporal, político y económico, se compra y por él se hipoteca la libertad y la conciencia. Es una esclavitud pues mientras uno cree que reina, lo que hace con él es servir a los oscuros intereses del que le ha aupado al mismo. Con él se pagan apoyos, adhesiones y favores. Este es el realismo oculto que no han descubierto muchos ciudadanos, fervorosos creyentes en los ideales democráticos. Otros aprovechan su fe y confianza en la democracia para enriquecerse con sus representaciones.