Cambio climático
Debemos acoger con satisfacción el estudio de más de cincuenta folios que ha presentado esta semana el alcalde de Guadalajara.
Hace años que se habla del calentamiento global del planeta, del cambio climático, de la excesiva contaminación del aire y que se celebra el Día del Planeta apagando las luces simbólicamente en edificios y centros de trabajo para concienciar sobre el ahorro de energía. Los últimos veranos han sido más largos en lo caluroso de lo habitual. En lugares fríos como la Sierra Norte, y es el caso de Sigüenza, cuando éramos niños y adolescentes cualquier tormenta a mediados de agosto suponía el final de la piscina y el paseo nocturno por el parque de la Alameda requería de una cazadora, casi todo el estío. En los últimos años no es así, la temporada de baño se ha alargado, las terrazas se disfrutan más días y las prendas de abrigo casi no se usan hasta finales de septiembre. El tiempo ha cambiado y eso, aunque a los que nos gusta el calor nos pueda agradar, significa que la tierra sufre y que el mundo, lentamente, camina hacia su propia destrucción. Es responsabilidad de todos tomar conciencia y adoptar medidas para evitar esta degradación que aunque a nosotros, y posiblemente a varias generaciones todavía, no vaya a impedirnos vivir, tendrá efectos letales. La ventaja ahora es que tenemos información, formación y un mundo globalizado capaz de adoptar decisiones y compromisos conjuntos. El inconveniente es que ante la falta de un peligro inminente y otros problemas más acuciantes para el día a día no se hace ni lo que se debe ni lo que se puede para cuidar nuestro entorno. La culpa es de cada uno de nosotros en pequeños hábitos de consumo o reciclaje, pero sobre todo de quienes tienen el poder de actuación. Por ello debemos acoger con satisfacción el estudio de más de cincuenta folios que ha presentado esta semana el alcalde de Guadalajara, Antonio Román, evaluando la situación medioambiental de nuestra capital y diciendo en qué y cómo debemos mejorar para hacerla más sostenible. Estrategia local que debería adoptarse en todos los municipios y en cada una de las administraciones en función de sus competencias para unirse a una estrategia global con actuaciones concretas. Es preciso dejar la política a un lado pues no hay aquí cuestión ideológica sino de simple supervivencia.