Caminemos juntos
Con la convocatoria del sínodo diocesano, tengo el propósito de escuchar a todos los bautizados y a quienes deseen participar en el mismo para conocer más a fondo.
Las reflexiones del Magisterio de la Iglesia y de los teólogos sobre la eclesiología del Concilio Vaticano II coinciden en afirmar que la Iglesia es “misterio de comunión para la misión”. Desde esta visión de su identidad, cada Iglesia particular, porción de la Iglesia universal, es invitada por el único Señor a vivir la comunión afectiva y efectiva entre todos sus miembros, concretándola en el ejercicio de la sinodalidad.
Esta sinodalidad se ha desarrollado de forma práctica durante los últimos decenios en la Iglesia universal siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II. Los frecuentes viajes de los Papas, los encuentros con miembros de otras confesiones cristianas y, sobre todo, las celebraciones del Sínodo de los Obispos han hecho posible el diálogo con el hombre de hoy y la escucha serena de sus esperanzas y sufrimientos. De este modo, se avanzó mucho en la reforma de la Iglesia y en el desarrollo de su actividad pastoral.
La apertura a la voz del Espíritu Santo y la escucha atenta de las aportaciones de los cristianos y de tantas personas de buena voluntad han propiciado la unión de voluntades, de energías y de esfuerzos en el impulso de la misión evangelizadora de todos los miembros del Pueblo de Dios durante los últimos decenios.
Con la convocatoria del sínodo diocesano, tengo el propósito de escuchar a todos los bautizados y a quienes deseen participar en el mismo para conocer más a fondo
la realidad de nuestra diócesis y para buscar juntos nuevos caminos, nuevos métodos y nuevas formas que hagan posible el anuncio del Evangelio en los años venideros y que nos ayuden a superar la rutina y el miedo ante los nuevos retos pastorales.
Lo que se nos pide con la celebración del sínodo es que caminemos juntos, que oremos juntos, que unamos nuestros esfuerzos para recorrer el camino desde la comunión con Dios y desde la comunión entre nosotros. Este camino tiene sus dificultades porque cada creyente tiene sus momentos de desolación y experimenta también sus tentaciones y cansancios. Cada persona, en algún momento del camino, puede pretender que se haga su voluntad en vez de buscar la de Dios, desde un sincero discernimiento.
Para vencer estas tentaciones, no deberíamos olvidar nunca que el recorrido del camino sinodal, desde la fraternidad y la escucha mutua, es fundamental para revisar el hoy de nuestra Iglesia diocesana, para dar gracias a Dios por el testimonio de fe en Jesucristo de tantos cristianos y para preparar el futuro con la confianza en el Espíritu, impulsor y animador de la evangelización y de los evangelizadores.