Cazadores cazados (casi)
Como en el caso de los toros, ni ensalzo ni condeno esta actividad.
Los cazadores andan preocupados porque cada vez son menos y más viejos. En los últimos diez años un 25% ha colgado las escopetas ante el escaso interés de hijos y nietos por mantener una actividad cinegética cada día más en entredicho. De 1,5 millones de licencias que había en España en 1990 se ha pasado a un millón escaso. Sólo en Castilla-La Mancha, donde comienza a levantarse la veda esta semana, en 2016 caducaron un millar y sus titulares no solicitaron renovación. Además, se denegaron 412 por accidentes e imprudencias, a veces con alcohol previo.
Algunos culpan en parte de esta crisis a la educación, responsable de la denominada cultura de Bambi, que se enseña en colegios. Esa donde el ciervo es el bueno y el cazador el malo, y no al revés como en el cuento de Caperucita y el Lobo. Otros culpan a los medios de comunicación, a los ecologistas y a la propia Administración que, con normas cada vez más restrictivas para los menores, impiden el relevo generacional.
Como en el caso de los toros, ni ensalzo ni condeno esta actividad. Cierto que es consustancial al hombre e imprescindible para mantener el equilibrio entre las especies, sobre todo en lugares, como nuestra comarca, donde la abundancia de ciervos, gamos y jabalíes causa graves daños en los cultivos. Seguramente los cazadores de hoy son en general más cultos, están mejor preparados y tienen un mayor respeto a la naturaleza. Además, se les exige conocer todas las especies protegidas.
Ecólogos y educadores aseguran que las nuevas generaciones se decantan por actividades nada violentas, les importa más el medio ambiente y se han hecho más sensibles al maltrato animal. Tampoco es en general un deporte caro. Los jóvenes están más enganchados al ordenador, la tele, la consola y el móvil, pero no dejan de aumentar las licencias en las federaciones de montañismo y senderismo. La última encuesta del CIS, de 1995, mostró un empate entre partidarios y contrarios a la caza. Parece que la igualdad se ha roto a favor de los segundos. Pero, polémicas aparte, es claro que no desaparecerá a corto plazo. Los cazadores de mi pueblo reconocen que salen menos veces, pero siguen manteniendo la licencia y la ilusión aunque sólo sea unos cuantos días.