Ciudadanos o seguidores
La democracia tiene que crear ciudadanos libres no siervos silenciosos. Pastores y no rebaños.
En este desfile de personajes o de líderes sociales que parece nuestra democracia, los ciudadanos se asemejan a seguidores que adoran a sus dirigentes. Sin embargo, no estamos aquí ni hemos fundado la democracia para ser admiradores o espectadores de nadie. Se equivocan aquellos que dividen al país en dos sectores: los que mandan o deciden y los que callan y obedecen. Los que hablan y los que tienen que aceptar y seguir, en silencio, lo dicho por sus dirigentes. Esta es la mayor división o estructura social existente: la llamada por Marx, alienación política. Unos gobiernan y otros se someten a los caprichos o dictados de ellos. Los de arriba del poder y los de abajo o debajo. Los que dominan y los dominados. Es cierto que se han relajado o rebajado los niveles de hegemonía, de autoritarismo, de absolutismo, de dictadura, de totalitarismo, pero sigue adelante el esquema o la figura del señor y del esclavo en la política (de la que tanto escribió F. Nietzsche), como en la economía, pues aquélla es un calco de ésta.
La democracia tiene que crear ciudadanos libres no siervos silenciosos. Pastores y no rebaños. Voces y no mudos. Aulas y no cementerios. Palabras y no ecos. Consejeros y no asesores. Conciencia, razón o libertad y no seguidismo ciego. De ahí se salta inmediatamente a la bautizada por el mismo Nietzsche como una moral de esclavos y moral de señores. Esa es la democracia hoy: la democracia dual de los valores. Lo estamos viendo todos los días: el camino de la moral, de los principios, de las normas y de las obligaciones se detiene a las puertas de los despachos y de los gabinetes de los que mandan. No se atreven a entrar ni a traspasarles porque esos señores parecen intocables, inviolables. Necesitamos una democracia positiva y no de la inclinación, aclamación. o adhesión incondicional
Los dirigentes políticos están significándose excesivamente. Aparecen demasiado. Sin embargo, se trabaja mejor en el anonimato que en la exposición y sobreactuación diarias.. Por lo demás, los dirigentes de la izquierda actual dominan muy bien las viejas técnicas usadas en política. Selección (que no elección) de amigos y compañeros a quien se les pide un seguimiento férreo. No se admiten discrepancias. Autoritarismo, dictadura, pensamiento, voluntad y opinión únicas. Al disidente, oponente o discrepante se le elimina, viene purgado o apartado del camino hacia el poder. Es arrojado al ostracismo, al escarnio y al olvido pues sólo interesan fieles sin objeciones. Si esto no basta, se le monta un escándalo real o inventado, hurgando en su vida personal o familiar, pasada o presente. Métodos estalinistas que ha asimilado la izquierda sin ruborizarse y lo ha incorporado a su estilo y cultura democrática. Eso no es cultura ni democracia.