Costumbre y tradición
La costumbre, las tradiciones, son referencias por las que no nos convertimos en pollos sin cabeza correteando sin sentido.
Cuando nevaba, es decir, cuando yo era un niño lleno de sueños en lugar de un maduro ya con escasos, estas fechas eran intensas. En el colegio preparábamos las obras de teatro con las que asombraríamos a nuestros padres en las celebraciones de Navidad. Diseñábamos murales y se sorteaban regalos. Ayudábamos a montar el belén sin que nos regañara Carmena o sus absurdos integristas. La Gran Vía madrileña se llenaba de miles de luces que podías contemplar desde la ventanilla del coche y El Corte Inglés montaba unos escaparates que ni los de Harrods, o casi. Sí, soy nostálgico, con perdón, señal ineludible de que me estoy haciendo mayor. Pero me gustaba más esa Gran Vía y ese Corte Inglés con sus discos de vinilo.
Seguramente, de forma colectiva, teníamos más razones para sentirnos acomplejados. No en vano, hablo de los años 70, éramos un vestigio en Europa aunque el cambio era imparable. Nos quedamos fuera del Plan Marshall y todavía estábamos al margen de la mayoría de instituciones europeas e internacionales, por mucho que el amigo americano ya nos hubiera dado su bendición. Pero manteníamos lo que los cursis ahora llaman código identitario, o sea, personalidad.
Afortunadamente, durante estos días, hoy mantenemos muchas tradiciones gracias a esa personalidad; el cambiar lotería de Navidad, la copa de la empresa, el concierto vienés de Año Nuevo con su Marcha Radetzsky o la San Silvestre vallecana, actualmente celebrada por toda la geografía española. En Sigüenza, por ejemplo, ha cuajado de forma singular.
Los juristas, aún los básicos como yo, sabemos que la costumbre es una de las fuentes del Derecho. Eso ya lo sabían y nos lo enseñaron los Clásicos (leo hoy a Ferlosio entrevistado cuando le preguntan que “si avanzamos”: “Hay alguno que no lo ha movido nadie, como Aristóteles”, contesta lacónicamente). La costumbre, las tradiciones, son referencias por las que no nos convertimos en pollos sin cabezas correteando sin sentido. Aunque algunos se empeñan en dar bandazos a lo Sleepy Hollow confundiendo tradiciones con tradicionalistas, pobres.
Igual de necios que los que confunden progreso con progresismo. Ni las tradiciones están reñidas con el progreso ni la costumbre puede ser nunca obstáculo para la evolución, antes al contrario, una y otra deben ir de la mano. Es como si para montar el belén prescindiéramos de las luces LED, muchas más seguras, por cierto. Pues algunos confunden los términos hasta para proponer la eliminación de esta costumbre por respeto a los musulmanes, manda huevos. ¡Pero si los Magos vienen de Oriente, cretinos!
Ante tal cúmulo de chorradas nacidas desde la ignorancia, creo que lo mejor es ilustrar al que se deje y mofarse con humor del obtuso, proponiéndole después de las uvas un baile popular. A lo mejor se piensa que está reservado para los populistas.