De cuando el terremoto de Brihuega
13/08/2015 - 23:00
Ni envite al Estado ni plebiscito. Estaba hojeando unas fotocopias de La Opinión. Diario Liberal Conservador, periódico tinerfeño de allá por el año 1896, cuando reparé en un artículo de la primera página en el que se menciona Brihuega.
En el artículo en cuestión, titulado Elasticidad telegráfica, su autor, Ángel Muro, opina que con unas simples líneas telegráficas se pueden escribir largas y sesudas crónicas si se saben aderezar y completar con los contenidos de un diccionario enciclopédico o una buena guía de viajes.
Y mire usted por donde no se le ocurre a este señor más que suponer que su corresponsal en Brihuega le transmite el siguiente telegrama: Brihuega 22 (6:55t) Atardecido, hundiéronse ruinas castillo temblor tierra cayeron Tajuña no desgracias. Corresponsal
A partir de aquí el bueno de don Ángel Muro, y de acuerdo con su teoría de los diccionarios y enciclopedias, narra toda una crónica sobre lo que supuestamente sucedió en Brihuega aquella aciaga tarde.
El temblor duró nada menos que quince segundos y provocó el hundimiento del castillo de La Piedra Bermeja, cuyas piedras fueron a parar hasta el mismísimo Tajuña. Menos mal que no se produjeron daños personales y los únicos que sufrieron fueron los pedruscos del castillo.
Como el telegrama no da mucho más de sí, el señor Muro tira de enciclopedia y completa unas cuantas líneas recordando al rey Alfonso VI, a Felipe V y hasta el inglés James Stanhope.
Lo peor es que atribuye a la gente cultade la localidad el terrible pronóstico que de continuar los seísmos la ciudad desaparecerá por encontrarse en pendiente. Verdaderamente la tenía tomada con nuestra villa.
Y digo yo qué le había hecho Brihuega a este señor para hacerla víctima de un asolador terremoto, que ya es difícil que ocurra en los pacíficos y serenos páramos terciarios en los que se asienta.
¿Vendría alguna vez hasta aquí, y lo tratarían mal? Dudo mucho de ambas cosas. Él mismo reconoce que lo único que sabe de Brihuega es que está en la provincia de Guadalajara y que por allá sale de diputado el marqués de Tobar. Hasta don Ángel, casi seguro, lo que llegaron fueron las vibraciones del terremoto de alegría y jarana que han sido y son en nuestro pueblo las fiestas de agosto.
Fiestas en las que si tiembla el suelo no es por conflagraciones geológicas como dice él, sino por los saltos y bailes de los brihuegos y brihuegas que durante estos días desbordan de alegría.
En fin, esperemos que la crónica de este buen hombre no causara ningún sobresalto a nadie y al menos sirviera para que algún lector se interesase por saber de Brihuega y colmase su curiosidad con una buena enciclopedia.