Debates

26/04/2019 - 18:03 Jesús de Andrés

En cualquier caso, la ministra socialista Magdalena Valerio demostró sus tablas y tiró de su larga experiencia política, la representante del PP, Silvia Valmaña, exhibió sus dotes de parlamentaria experimentada y aguerrida, y los de Ciudadanos, Podemos y Vox dejaron buena impresión. 

Los debates electorales en televisión siempre han sido motivo de polémica. Se organizó el primero en España en 1993, cuando gobernaba Felipe González, a quien la experiencia no debió resultar gratificante del todo porque no repitió en 1996. Aznar, por su parte, no tuvo a bien realizar ningún debate mientras gobernó, ni con Almunia en 2000 ni con Zapatero en 2004, para qué. A partir de 2008 se mantuvo el modelo de debate entre dos candidatos hasta que en 2015 se dio paso a otro más amplio, con más partidos: tanto fue así que, con el beneplácito de la Junta Electoral Central (JEC), se incluyó a los líderes de dos grupos sin representación parlamentaria (Cs y Podemos), aunque sin la participación del presidente del gobierno, a la sazón Rajoy, quien envió a Soraya Sáenz de Santamaría. Invariablemente se han utilizado para intentar sacar ventaja o para arrearle un goyesco garrotazo al rival -actitudes ambas bien insertas en la tradición hispana- y pocas veces han sido un foro de auténtica discusión pública.

La intromisión de la JEC este año ha acabado dejando fuera a uno de los protagonistas de los comicios, Vox, y ha dado lugar a dos debates en lugar de uno, escenario que, visto lo visto, nos podíamos haber ahorrado. Afortunadamente, no debió llegar a oídos de la JEC el organizado por Nueva Alcarria la semana pasada ya que en él sí estuvieron todos. La verdad es que, pese a tratarse de candidatos provinciales, el debate tuvo mucha más calidad. Al contrario de lo sucedido en la campaña electoral, no se habló de toros, ni de caza, ni de ETA, ni de fondos buitre, ni de Torra, ni de Franco. Se habló de sanidad, de infraestructuras, de educación, de empleo y del trasvase. Cierto es que en algún momento el formato encorsetado tendió al monólogo, y este al tedio. Con toda seguridad, los participantes no hubieran puesto ninguna pega a debatir entre ellos sin medir el tiempo de manera obsesiva, ideal a tener en cuenta en futuras ocasiones.

En cualquier caso, la ministra socialista Magdalena Valerio demostró sus tablas y tiró de su larga experiencia política, la representante del PP, Silvia Valmaña, exhibió sus dotes de parlamentaria experimentada y aguerrida, y los de Ciudadanos, Podemos y Vox dejaron buena impresión. Unos y otros se alejaron de la crispación y estuvieron contenidos, algo que la sociedad española reclama desde hace meses pese a que algunos líderes no han querido comprenderlo hasta última hora. Se evitaron los temas que dividen, los simbólicos, aquellos que apelan al sentimiento, aquellos donde es imposible llegar al consenso, que por otra parte son los que menos interesan, y se incidió en los verdaderamente importantes, con posturas diferentes e incluso enfrentadas, pero dialogando. Visto desde fuera, y comparado con el de sus mayores, el debate local fue un ejemplo a seguir, un modelo de cómo hacer política.