Democracia de doble fondo

26/12/2016 - 12:43 Jesús Fernández

Hablamos de doble fondo de la democracia cuando ciertas convicciones en los jóvenes duran mientras no rocen nuestras condiciones de vida o afecten a nuestros intereses.

El debate moral en torno a la política y a  los políticos no cesa. La democracia está amenazada por una tensión o enfrentamiento social cada día más profundo. El pueblo ha percibido que el poder está siendo repartido y disfrutado por unos grupos de forma dinástica, hegemónica y elitista que sólo miran por sus intereses y no solucionan los problemas existentes y urgentes de la población. Unos pocos se enriquecen porque pueden. Los demás quieren enriquecerse también y no pueden. En vez de crecer la riqueza, aumenta la desigualdad en la carrera hacia el poder y el dinero.
    Hablamos de doble fondo de la democracia cuando ciertas   convicciones en los jóvenes duran mientras no rocen nuestras condiciones de vida o afecten a nuestros intereses. El aborto, la eutanasia, la educación de los hijos, la igualdad de oportunidades, la solidaridad, las leyes y normas fiscales valen  como propuestas democráticas  defendibles mientras sean proposiciones teóricas. Duran en nosotros hasta que se conviertan en experiencias o decisiones propias que modifiquen  nuestra vida confortable. El cambio y la verdadera reconversión democrática se producen cuando pasamos de una contemplación abstracta a una realización de  ciertos principios y convicciones. Para muchos ciudadanos, la medida de su democracia es el cumplimiento de sus ambiciones desmedidas.
    No existe una democracia distributiva o colaborativa como se dice ahora. La libertad no es sinodal, coral, cooperativa como una constelación de voluntades.  El hundimiento social y político está cantado. Por todo ello, los dirigentes sociales buscan un momento detonador o un discurso acelerador que mantenga o entretenga expectativas populares. Lo han encontrado  hablando  sobre la reforma constitucional que sirva como de pantalla. Entramos así en un limbo político. El pueblo está a punto de gritar “iros todos”. Ante esta situación de emergencia propia e interna han encontrado otra emergencia social y acuden a las clases más desesperadas de los barrios sociales para inventar pobrezas colectivas y sectoriales.    
    Cada día se ve más claro la necesidad de un diálogo permanente para restablecer la confianza y la coexistencia social y política en beneficio de todos aquellos a los que la crisis ha hundido en la miseria y en la desesperación. Porque en esta situación o cartografía de la pobreza aparecen los fundamentalistas y populistas con reproches y promesas radicales. Los mismos que denuncian la ceguera de los demás se vuelven ciegos y sordos, atentos sólo a sus intereses particulares. Ninguna renuncia propia. Faltan dirigentes constructores de ciudadanía integra, integral y desinteresada.