Despedida a mi compañera Maite
Siento la necesidad de despedirme de ti y hacer público que una gran persona nos ha dejado para siempre.
No soy dada a manifestar en público mis emociones, pero siento la necesidad de despedirme de ti y de hacer público y notorio que una gran persona, una persona buena, nos ha dejado para siempre, sumiéndonos a los que la queríamos en una profunda tristeza.
Querida Maite, el pasado 21 de marzo te encontrabas mal, no viniste a trabajar y ya no regresaste nunca más a tu puesto de trabajo. Ese martes yo te esperaba como te he esperado todos los martes y jueves pero no viniste, aunque lo peor de todo es que no regresarás jamás. Aquí han quedado tus cosas, tus papeles, tus teléfonos y hoy, en tu sitio, en tu mesa, un compañero ha dejado una flor.
Nos has dejado para siempre y no hemos tenido tiempo de despedirnos.
Querría decirte tanto y darte las gracias por tantas cosas que no tendría palabras.
Gracias de todo corazón por haber sido mi compañera, mi amiga y mi confidente. Doy las gracias al destino por haber tenido la suerte de compartir contigo este pequeño tramo de nuestras vidas.
He aprendido muchas cosas de ti a lo largo de todos estos años y me has dejado una gran enseñanza que espero recordar y llevar a lo largo de toda mi vida: Me enseñaste a perdonar y a no sentir rencor por nada ni por nadie.
Eras una mujer generosa donde las hubiera, generosa de abrazos para las personas que atendías, generosa en sonrisas y con gran capacidad para empatizar con todo el mundo.
Todas y cada una de las personas que he conocido a lo largo de mi vida sabían y conocían el significado de la palabra rencor, todas excepto tú. Tenías una capacidad de perdonar inmensa. «Me lo enseñaron mis padres» me decías. Es una gran enseñanza que les hace a ellos y a ti dignos de admiración.
Hoy, al entrar en nuestro despacho y ver tu silla vacía, me ha embargado una pena y una tristeza inmensa, pero según transcurría el día sentía un abrazo reconfortante, ese abrazo que regalabas diariamente a todas las personas que estaban afligidas.
«Espera que te doy un abrazo», decías siempre que alguien entraba en el despacho y se ponía a llorar. «Ánimo, que las cosas mejorarán».
Hoy he sentido ese gran abrazo que solamente tú sabías dar. Siempre tan optimista, tan conciliadora.
A tu familia, a tu marido, tu padre, a tu madre y a tu hermano, así como a Bea, quiero decirles que siento profundamente el fallecimiento de nuestra querida Maite.
María Teresa Sánchez Pérez, eras una “Persona Buena “y, aunque no estés presente, siempre te llevaré en mi corazón. Una persona no desaparece mientras alguien se acuerde de ella…