Día Mundial del Turismo

26/09/2010 - 00:00 Javi López

Con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial del Turismo, que se celebra en el último domingo de septiembre, en este año el día 27, sobre el tema "Turismo y biodiversidad", la Iglesia, por medio del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, nos invita a unirnos a esta iniciativa, muy en consonancia con la declaración por parte de Naciones Unidas del año 2010 como el "Año de la Biodiversidad" o diversidad biológica.

El turismo constituye uno de los fenómenos sociales, culturales, religiosos, económicos más relevantes de nuestro tiempo. Además en fuerte crecimiento. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT) en 1995 llegaban a otros países 534 millones de turistas extranjeros; 682 millones en el año 2000; para el 2010 se prevén 1006 millones, y para el 2020, 1581 millones. A estas cifras hay que añadir las más importantes aún del turismo interno.

Teniendo en cuenta que, además de los monumentos del arte y de la cultura, uno de los atractivos del turismo es la naturaleza, en general, o los parajes naturales, para conocer, entrar en contacto y disfrutar de la naturaleza y de sus recursos – de la tierra, del mar del aire, del sol de la nieve ,,, - y de sus productos, como alimentarnos y bebidas, de todo ello se derivan importantes efectos para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, con el consiguiente peligro de que se origine un serio impacto medioambiental, especialmente por el consumo desmesurado de recursos limitados (como el agua potable y el territorio) y por la gran generación de contaminación y residuos. Se da la paradoja de que el turismo puede ser, por una parte, beneficioso para la naturaleza y para el bienestar de los habitantes de los diversos lugares; pero, por otra parte, puede ser causa u ocasión de graves daños y de grandes desastres. Lo que quiere decir que el Turismo no puede ser una actividad caprichosa o motivada exclusivamente por intereses personales y egoístas, sino que debe estar siempre regulado por la moral y por la ética y tener siempre en cuenta los derechos e intereses de los demás, entre los que entra siempre el cuidado de la naturaleza y el uso racional, ordenado y solidario de sus recursos.

Los cristianos y otros creyentes coincidimos con los análisis y diagnósticos de los científicos sobre los peligros que se ciernen sobre el Planeta Tierra, como son el cambio climático, la desertización y la pérdida de la biodiversidad y del equilibrio que de ella se deriva. Coincidimos en las razones que nos obligan a todos a respetar, cuidar la naturaleza y utilizar sus recursos ordenadamente; entre otras razones, porque los bienes de la tierra son para todos, para los presentes y para los de generaciones futuras. Pero, además, partimos de que la creación es obra de Dios, que sólo Él es su Señor y Dueño; que la ha creado para su gloria y la ha puesto a nuestra disposición para el servicio de los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, que somos una familia. Ello nos llevará, por una parte, a considerar la naturaleza y su belleza como un reflejo de la bondad, del poder, de la sabiduría y de la belleza de Dios y alabarlo, bendecirlo y darle gracias por ello. Por otra, nos llevará a compartir con nuestros hermanos los bienes de la naturaleza y a preservarlos para las generaciones venideras. Que no solamente no nos es permitido usar de los bienes según nuestras posibilidades hasta el extremo de abusar de ellos, sino que hemos de tener siempre en cuenta a los hermanos, con preferencia a los más necesitados. Por lo cual habremos de anteponer el bien común y el servicio a los hermanos más necesitados al disfrute egoísta de los bienes.

Los cristianos creemos, además, que toda vida tiene su origen en Dios, autor de la vida y que la más preciosa en la naturaleza es la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural. Por tanto, los bienes de la naturaleza, incluida la vida de las plantas y de los animales, han de estar subordinada al mantenimiento y desarrollo de la vida humana y de toda vida humana.

Con estos principios, llevados a la práctica, los cristianos podremos contribuir eficazmente a cumplir los objetivos de esta Jornada y de de este año 2010 de preservar y fomentar la diversidad biológica o "biodiversidad", también cuando hacemos turismo, entramos en contacto con la naturaleza y disfrutamos de ella. Y cantaremos con el Salmista: "Señor, dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra" (Sal 8, 2).