Dipsómanos

03/07/2020 - 20:08 Jesús de Andrés

Aquella palabra, dipsómano, le impresionó tanto a Xabier P que durante días anduvo buscando, con poco éxito, quién le pudiera esclarecer su significado.

Tuve el placer de conocer a Xabier P. DoCampo, hace pocos años, en un encuentro celebrado en Sigüenza -gracias a la hospitalidad de la Universidad de Alcalá- para reflexionar sobre Guadalajara como ciudad de los cuentos. Digo placer no por mero formulismo sino por el goce de su conversación, siempre cargada de buen humor, y lo atinado de sus juicios en aquellas jornadas de trabajo. Aunque la parca ya le rondaba por entonces, mantuvo en todo momento una actitud jovial, adornando sus intervenciones con el ingenio y la chispa que eran marca de la casa. Polifacético, a lo largo de su vida fue maestro, escritor, actor, narrador oral y muchas otras cosas, siendo reconocido en 1995 con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Me acordé de él en estos días de confinamiento debido al aplazamiento del Maratón de los Cuentos, al que tantas veces acudió, y recordé una anécdota que contaba y reflejó en uno de sus libros, Cuatro cartas, reeditado en 2016 por una editorial de nuestra tierra, Palabras del Candil, brillantemente dirigida por Pep Bruno. Contaba Xabier que cuando tenía 10 años entró en su casa, por avatares de la historia, una suscripción de la revista Selecciones del Reader’s Digest en la que, en uno de sus números, con la ilusión de quien estaba descubriendo la magia de la palabra escrita, leyó la nota biográfica de un autor del que se decía que era “dipsómano y aventurero”. Aquella palabra, dipsómano, le impresionó tanto que durante días anduvo buscando, con poco éxito, quién le pudiera esclarecer su significado. El ir acompañada de aventurero le hizo creer que debía tratarse de algo maravilloso. Pese a su fracaso, pese a no encontrar a nadie que se lo aclarara, se prometió a sí mismo que de mayor sería dipsómano, fuese lo que fuese. “Y en esas estamos -decía con humor-, bien es verdad que con más vocación que dedicación”.

En estas semanas de encierro, quien más, quien menos, le ha puesto la misma vocación que Xabier y, seguro, bastante más dedicación. No hay más que ver el aumento de ventas que tuvieron la cerveza, el vino y demás bebidas espirituosas. La compra de cerveza, por ejemplo, creció en España un 78% en las dos primeras semanas de cuarentena. Achispados a ratos, contentillos, amonados, tajados o bolingas, el confinamiento se hizo más llevadero. Una vez liberados, la gente ha salido corriendo a llenar bares y terrazas para brindar por ello. Sin llegar al extremo de las reclusas de la prisión de Brians, a las que ha habido que retirar el gel hidroalcohólico para evitar que se emborrachen mezclándolo con refrescos, no sé si hay en nosotros mucho o poco de aventureros, pero está claro que como dipsómanos no tenemos precio.