El destete de los terneros


El siglo XXI ha pretendido, a través de la publicidad, mostrarnos este acto cruel como si de una escena bucólica se tratase, en la que la felicidad embarga a madres e hijos en manos de una industria donde la demanda de productos lácteos es brutal..

Preparo una charla sobre la pintora francesa del S XIX, Rosa Bonheur. Fue considerada una maestra en el género animalière. Llama mi atención uno de sus cuadros pintado en 1879, El destete de los terneros, que muestra el momento en el que se produce la separación de cinco terneros de su madre. La pintora de los animales ensalzó el mundo rural en sus cuadros, representando a los animales que formaban parte de él sin sufrimiento. Y así lo entendí observando su extensa obra, hasta que en este lienzo pude ver, a través de los ojos de la vaca protagonista, la crueldad del acto que distintas ramas de un árbol interpuestas entre los terneros y la madre, representaba.

El siglo XXI ha pretendido, a través de la publicidad, mostrarnos este acto cruel como si de una escena bucólica se tratase, en la que la felicidad embarga a madres e hijos en manos de una industria donde la demanda de productos lácteos es brutal.

Las vacas tienen una media de vida de veinte a veinticinco años en su entorno natural; en la explotación a la que las someten la industria láctea, a los cinco o seis ya no son productivas. En ese momento, se envían al matadero. Y aquí, la vaca no ríe.

Olvidemos los cuentos donde la vaca da leche porque sí, para que produzca leche hay que preñarla, y la función de esa leche es alimentar a sus terneros. La industria, para que la gestación se ejecute, realiza la inseminación artificial en un proceso invasivo en el que un operario introduce su brazo por el ano del animal mientras que por la vagina introduce un dispositivo con un aplicador que, palpando, llega al cuello uterino y deposita el semen en el lugar correcto. Lo importante es garantizar el embarazo. Y aquí, la vaca no desarrolla su conducta natural ni muestra felicidad.

Foto: Igualdad animal.

Una vez que se produce el parto, la vaca y sus terneros, van a vivir uno de los momentos más crueles de su vida (que se va a repetir cada año, durante sus escasos seis de vida), la separación. Su leche, la que estaba destinada a sus terneros, va a ser consumida por el humano, servirá para producir productos lácteos. El ternero, será alimentado con lácteos reemplazantes. Aquellas hembras seleccionadas, seguirán los pasos de sus madres. Los machos, inmovilizados para no desarrollar su musculatura y que su carne se mantenga blanda y exquisita para el paladar humano, serán enviados al matadero. Y aquí, los terneros no maman felices junto a sus mamás en verdes prados con un idílico paisaje de montañas nevadas al fondo.

El protocolo que rige la certificación de ”bienestar animal” para aplicar en la industria vacuna se rige por cuatro conceptos:  buena alimentación, buen alojamiento, buena salud y comportamiento apropiado. Si representara en un lienzo la vida de esos animales bajo su observación directa, buscando el respeto de aplicación de esos cuatro conceptos, pondría en el centro mismo de la obra las jaulas en las que viven las vacas, y ocuparía poco espacio en la composición. El mismo espacio donde desarrollan su conducta natural en sus salidas a extensos pastos y que, también, puede contener el alimento y el agua. Apañado, la zona de descanso, alimentación y paseo muy cercanas. De la inseminación dolorosa, heridas o enfermedades, ni hablamos.

El lienzo de Bonheur no emite sonido, pero yo puedo oírlo. Oigo el lamento de la madre y el desgarro de su corazón al separarse de sus hijos, incluso puedo llegar a sentir su angustia. Uno de los terneros la mira fijamente y la busca con su hocico sin alejarse de ella.A su lado, otros dos no saben muy bien qué está ocurriendo y sus corazones laten descontrolados. Comienza el llanto. Un cuarto mira al frente, sin ser consciente de la realidad que está por llegar. Un quinto, tumbado, degusta el último alimento que su madre le ha proporcionado. Quizás su suerte no fue la que la industria láctea actual destina a los terneros y las madres que hacina, quizás su vida en los pastizales estuviera exenta de crueldad. Pero mira que me cuesta creerlo.