El fraude de la democracia

07/08/2015 - 23:00 Jesús Fernández

Algunos comienzan a pensar que la democracia es un fraude en sí misma, además de los que puedan producirse en ella y por ella. Sería una falsedad primero como idea, como reflexión o meditación y luego como práctica, organización y realización. Todo ello queda oculto y escondido por medio de los pactos interesados. Nadie cree en la buena voluntad democrática o en la sinceridad de los hombres de gobierno. Sólo existen intereses más menos disimulados. Todo es un juego ficticio entre los poderosos, una representación teatral, un espectáculo de las apariencias y un banquete de las pasiones o ambición de grandeza. Una inmensa frustración de la cultura occidental. Engaño intelectual o de la razón que responde al sueño expansivo y dominante de la libertad. Todo es mentira, error, ilusión y fantasía con representación artificial y convencional del bien común del pueblo que, a su vez, se presta a esta farsa como masa acompañante haciendo de actores extra que aplauden. Conceptos como soberanía popular, justicia independiente, igualdad de condición y de oportunidades, progreso y bienestar, libertad objetiva y subjetiva, lucha contra la pobreza, participación y compromiso, tolerancia y pluralismo, servicio y desinterés, solidaridad y reparto de bienes, acceso igualitario, son otros tantos proyectos y fracasos de la humanidad. Manipulación del pensamiento y de la opinión. Confundir a la conciencia ciudadana. ¿Quién rescata hoy a la democracia misma? Lo peor de todo es que nos estamos engañando a nosotros mismos. Luego están los agentes del sistema que no creen en él pero le defienden como medio de progresar y ascender en sus aspiraciones psicológicas, económicas o profesionales. La democracia aparente es buena pero el control real es mejor, podríamos decir parodiando a la conocida frase de Lenin. En toda acción humana, ante la tragedia de la maldad siempre nos queda el proceso de sublimación convirtiendo la realidad deficiente en idea de salida y la realidad perfecta en ideal de llegada como algo alcanzable. Frente a ello, cabe la rebelión de los conceptos y la insumisión de la conciencia insatisfecha. ¿Por qué tiene que estar hoy la democracia tan necesitada de reformas y tan miserable de sinceridad y cherencia? Todos esperábamos la democracia y lo que ha llegado es la oligarquía. Nada ha cambiado excepto las manos que detectan el poder pero, los que mandan, son todos iguales. Mientras tanto el pueblo dando vueltas, como Diógenes, buscando el verdadero ser o esencia de la democracia. Se deja llevar por determinadas personalidades. Ay de las personalidades, de los profetas, de los mesías y salvadores, tengan el nombre que tengan, presidente o alcalde. Veo el futuro lleno de crisis que pone en peligro la seguridad de mi país. ¿Será este el último fraude de la democracia?