Veranear

23/08/2016 - 19:34 Luis Monje Ciruelo

Ya están aquí, otra vez, los que se marcharon de veraneo.

Ya están aquí otra vez los que se marcharon de veraneo, y nuevamente empezamos a estorbarnos unos a otros a codazos en las aceras y  espectáculos y disputándonos los espacios para aparcar. Les damos la bienvenida con la misma indiferencia que les dijimos adiós. Y se lo digo  de verdad, aunque yo no haya salido de veraneo, como hago desde hace unos años, me he acordado muchas veces de ellos desde la agradable temperatura del mediodía en la frondosidad del parque de San Roque. Y la exclamación que me brotaba era “¡Pobrecillos! Lo que estarán sufriendo tratando de tostarse al sol sobre la arena de la playa.! Así que si saludo a alguno de ellos y no hago alusión a su morenez será a propósito para que dude y piense si habrá veraneado en balde”.  Ahora viene volver a adaptarse a la monotonía del vivir diario para superar los efectos del Jet-lag, que viene a ser lo mismo después de un vuelo de muchas horas que de un mes de veraneo, olvidados de los compromisos sociales. A “toro pasado” como es mi caso, se demuestra que se puede vivir sin veranear; por lo pronto ya lo hicieron nuestros padres, y nosotros mismos hasta hace cuarenta años. A partir de entonces, cuando la moda del veraneo la adoptaron algunos para señalar su nivel social, más de uno quizá piense eso de ”tonto el último, o sea tonto el que no va de veraneo”, y al que no sale de España le incluyen en ese sector. Lo curioso es que los que hacen esos periplos de quince o veinte días que organizan las agencias de viajes, luego dicen que se han ido para descansar. Y los que no hemos salido porque no nos ha dado la gana o porque aconsejaba quedarse la edad, les escuchamos con una indisimulada sonrisa sardónica pensando que eso está bien para contárselo a su tía del pueblo. Dicen los psicólogos que tenemos un reloj interno que sincroniza nuestros procesos biológicos y regula nuestro cronotipo. De todo eso estamos libres los que no hemos veraneado, por lo que esta ventaja se suma a la del ahorro de unos 2.000 euros, gasto medio por familia durante el veraneo, según alguna estadística, que seguramente no coincidirá con la realidad. Aconsejo, por tanto, a muchos que se lo piensen bien el próximo año antes de decidir el veraneo, aunque cada uno, como doy por supuesto, hará de su capa un sayo, es decir hará lo que le dé la gana, sobre todo porque se lo he aconsejado yo, aunque deberán tener en cuenta que no sólo hablo desde la experiencia de los años, sino por mi veteranía de viajero y veraneante.