El histórico triunfo de la razón
El 24 de enero de 2023 pasará a la historia de nuestra provincia como el día en el que el consejo de ministros firmó el decreto que establece un caudal ecológico mínimo para el río Tajo, lo que se traduce en un progresivo recorte del trasvase.
El 24 de enero de 2023 pasará a la historia de nuestra provincia como un día histórico por ser aquel en el que el consejo de ministros firmó el decreto que establece un caudal ecológico mínimo para el río Tajo, lo que se traduce en un progresivo recorte del trasvase que desde el año 79, en el que se realizó la primera derivación de agua, ha masacrado tanto a este río como empobrecido a toda una comarca que vivía de su esplendor turístico. Es día, en primer lugar, de felicitación a todos cuántos llevan décadas luchando contra una decisión hidráulica injusta. Enhorabuena a la Asociación de Municipios Ribereños de Entrepeñas y Buendía y las plataformas de Defensa del Tajo que no han cesado en su empeño de reiterar sus reivindicaciones, con manifestaciones, protestas y haciéndose oír como podían. Ahí, también, ha estado el esfuerzo político por defender los intereses de la región, denunciando cada trasvase, con distintos enfrentamientos a lo largo de la historia, desde la época de Bono y González, que ya escenificaron desencuentros, hasta el actual ejecutivo de García Page que ha echado el resto. Los tiempos han evolucionado y Europa ha sido fundamental en este cambio de criterio. El Tajo era el único río del viejo continente que no tenía fijado un caudal mínimo, todo un atropello ecológico. Los tribunales en reiteradas ocasiones nos han dado la razón y había que cumplir estas sentencias. Es el triunfo de la lógica, de la perseverancia, de la sostenibilidad, de la apuesta por la desalación como alternativa. Levante no va a quedar desabastecido aunque le llegue menos agua de nuestra tierra. Sigue haciendo falta un acuerdo de Estado sobre un recurso escaso pero esencial como el agua y el trasvase seguirá, pero ya no condenando a la despoblación, a la degradación del Tajo y a la falta de prosperidad a los municipios ribereños, aunque el daño hecho en más de cuarenta años sea irreversible y el esplendor de los setenta nunca vuelva.