El juego político continúa

10/04/2016 - 13:23 Pedro Villaverde Martínez

Titulamos el juego político porque pareciera que la política es un juego.

Decía Montesquieu que “el juego nos gusta  porque halaga nuestra avaricia, es decir , la esperanza de poseer más”. Santiago  Rusinyol  que” el juego es altamente moral. Sirve para arruinar a los idiotas”, y  Montaigne que “los juegos de los niños no son juegos, sino que hay que juzgarlos por sus acciones más serias”. Ciertamente nosotros pensamos que el juego es una cosa seria y propia de niños y de no tan niños. Titulamos el juego político porque pareciera que la Política es un juego. Cuando escuchamos a los políticos hablar por televisión casi es asco o rabia lo que a veces pueden causar. Parece un juego de niños lo que muchas veces dicen, pero muy serio, porque de su resultado depende el mejor o peor vivir de los ciudadanos. Es típica la frase un tanto infantil de “y tú más” cuando uno le dice a otros alguna lindeza, pero si bien recapacitamos nos daremos cuenta que eso, aunque de otro modo más sofisticado, es lo que podemos escuchar  en el mismísimo Parlamento cuando sus Señorías discuten y de temas que importan y mucho al resto de la ciudadanía. El guión parece y es que seguro que está ya escrito, para que el resultado sea el que buscan ávidamente, tanto unos como los contrarios. Aquello, de qué se trata que me opongo o asiento según las circunstancias es una verdad incontestable. Somos demasiado pueriles cuando nos sentamos ante el televisor a ver qué dice esta o aquella señoría como esperando una solución al problema de que se trate. Sin duda esto que parece una broma, pero es algo cierto, no deja de ser una forma más de tomar el pelo sobre todo al que de buena intención y con esperanza escucha a cualquier  señoría a ver si dice  algo que sirva para mejorar la situación de que se trate.  No cabe duda que esto parece algo irremediable y que las cosas son como son y que tal vez de otra forma seríamos ingobernables, pero causa un más que cierto pesimismo y sólo una esperanza muy lejana queda al ciudadano de a pie de que las cosas vayan a mejor, si están mal. Pesimismo pueden llamar a esto y tal vez las cosas mejoren, pero el que manda quiere seguir mandando y las alianzas pueden llegar a ser muy raras con tal de no dejar que ese poder