Hoy hablamos... de "Gilda"
Cada viernes, Eduardo recuerda un personaje de Guadalajara.
Pocas personas hay en Guadalajara, que no hayan saludado, hablado o comprado un cupón de la ONCE a la popular Gilda.
Hermenegilda Portillo, que así es como se llama oficialmente Gilda, nació en la entrañable localidad de Huertapelayo, situada en pleno corazón del Parque Natural del Alto Tajo y desde su infancia fue invidente, por lo que sus familiares, la trasladaron a Guadalajara, para que desde su niñez aprendiese los hábitos naturales para convivir con esta terrible y fatal enfermedad.
Posteriormente ingresó en la Organización Nacional de Ciegos Españoles y comenzó a ganarse su vida, vendiendo los celebres cupones. Desde que comenzaba su jornada laboral a primera hora de la mañana y hasta la mismísima hora de comienzo del sorteo diario, Gilda trabajaba sin descanso por la zona centro de Guadalajara.
Era inconfundible su “ Voyyyyy” y en cuanto recibía un saludo de algún conocido, ella ya sabía su nombre, su lugar de trabajo, donde había nacido e incluso en donde vivía. Y en ese momento, ella comenzaba a trabajar con su típico : “ Toma anda, dos cupones, que hoy va a ser tu día de suerte”.
Gilda comía siempre en los bares de la zona de Bardales, como : Bar Club, Casa Víctor, “ La Criolla” en donde antiguamente se servían comidas y cenas, Las Palmeras o en el Ventorrero y aunque ella se encontrase comiendo, ella siempre lo hacía en la barra, si aparecía un cliente, inmediatamente dejaba de comer para vender su cupón y una vez conseguido el objetivo, seguía comiendo.
Muchas veces y en reconocimiento a que era la que más cupones de largo vendía en Guadalajara, los directivos de su empresa, la propusieron un puesto de venta cubierto, para que no pasase frío en invierno y calor en verano, pero su respuesta siempre era la misma: “ Mi lugar de trabajo es la calle y no quiero vender mi cupón en esos monstruos de quioscos”.
Al final de su trayectoria laboral, a Gilda, el Ayuntamiento le reconoció su cariño y amor a la ciudad de Guadalajara, dedicándole una calle en la zona de la Chopera. Aunque dicha calle no tiene numeración, sirve de enlace entre las calles de José de Juan y Federico López y en los dos chalets adosados que componen la calle, en uno de ellos figura una plaza de hormigón muy bonita en la que figura su nombre y en el otro una placa metálica, en la cual es ilegible su nombre y bueno sería que dicha placa se sustituyese por otra nueva.
Como anécdota curiosa y que ella recuerda amargamente, fue cuando un cliente habitual suyo, en concreto Gregorio Sigüenza, conocido popularmente como “ Goyo, el Pipero”, y que regentaba el puesto de golosinas de la Plaza Santo Domingo, le vendió el gordo de la ONCE, justo dos días después de fallecer su esposa. Ella siempre recordaba, que hubiese cambiado el gordo que había dado, por la vuelta a la vida, de su querida amiga “ Angelita”.
En la actualidad, Gilda se encuentra ya jubilada desde hace varios años, ya es muy mayorcita y apenas sale de su casa, en donde es atendida por sus familiares y personas de ayuda a domicilio.