Las hermanas Gilda

21/11/2020 - 14:18 Jesús de Andrés

Dos hermanas condenadas a convivir juntas, a compartir una existencia repleta de conflictos y rivalidad. 

Se llamaban, se llaman, Leovigilda y Hermenegilda, en recuerdo de los reyes godos, pero también de la Gilda de Rita Hayworth. Dos hermanas condenadas a convivir juntas, a compartir una existencia repleta de conflictos y rivalidad. Ambas poco agraciadas, Herme era más inocente y Leo más agria de carácter. La primera, en persecución continua de un marido, de un buen partido; la segunda, más consciente de su realidad, amargada, castradora de las ilusiones de su hermana. Ambas representaron como nadie, cuando los comics se llamaban tebeos, la represión sexual de la posguerra, la frustración vital, la crítica más cáustica a las relaciones familiares.

Personajes como ellas, camufladas en la literatura infantil, hicieron la mayor crítica posible a la dictadura. Carpanta, obsesionado con la comida en una España de cartillas de racionamiento en la que oficialmente no se pasaba hambre, soñaba con pollos asados. Pepe Gotera y Otilio representaban la normalizaron de la chapuza en todos los niveles. Zipi y Zape ridiculizaban el autoritarismo paternal. Las familias Trapisonda o Cebolleta eran modelos familiares opuestos a la oficialidad nacionalcatólica. Si en Europa tenían a Bond, James Bond, nuestro agente secreto era Anacleto; y nuestra CIA, la TIA de Mortadelo y Filemón. Frente a una nación henchida de lemas, épica pomposa y ardor guerrero, los niños asistían inocentemente a la sátira que les presentaba una España de historieta llena de pícaros, morosos y mamporros. Todo ello con un lenguaje correcto, en el que se insultaba diciendo percebe, merluzo o besugo, donde los juramentos eran cáspita, canastos o -qué bueno- sapristi.

La nostalgia es siempre por algo perdido, aunque también puede sentirse por aquello que Umbral llamaba “la nostalgia de lo no vivido” y Sabina convirtió en letra sentida de canción: “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Desde hace un tiempo triunfa la nostalgia de los años setenta y ochenta, de Stranger Things al fenómeno Yo fui a EGB, al igual que en aquellos años triunfó la nostalgia por los cincuenta de la mano de Grease o de Regreso al futuro. Es un sentimiento frecuentado por el arte, el cine y la literatura, un refugio idealizado que reafirma nuestra identidad. Cómo no recordar aquella escena de Cinema Paradiso en la que su protagonista regresa al pueblo, que ya nunca será el de su infancia, para asistir al funeral de su viejo amigo Alfredo, y cómo el visionado de los trozos de película que éste le dejó lo emocionan al reactivar su memoria.

Leer hoy a las hermanas Gilda es una experiencia de otro tiempo, una concesión a la nostalgia por la infancia perdida, visitar un lugar rancio y vetusto pero lleno de humor. Del bueno. No se las pierdan.