El teatro Buero Vallejo

09/02/2018 - 14:30 Pedro Villaverde Embid

A finales de noviembre dedicábamos esta columna a comentar la trascendencia que para los hábitos del consumo y del ocio había tenido la construcción en 2007 de Ferial Plaza y el Corte Inglés- Hipercor. El campus universitario, de la calle Cifuentes, ampliando la oferta de enseñanza superior, supuso también un hito reseñable. Hoy, con ocasión de la entrevista que publicamos con su director, Julio Gómez, y su reciente cumpleaños, nos referimos a otro lugar emblemático, el teatro auditorio Buero Vallejo, un edificio vanguardista, que en sus ya quince años de vida ha albergado centenares de espectáculos, teatros, musicales, conciertos, ballet, ópera, zarzuela, magias, el pregón de ferias o galas diversas, entre ellas la de los Populares de Nueva Alcarria. Su programación es amplia y de calidad, formando parte de la red de teatros de Castilla-La Mancha y son numerosos los espectadores que vienen de fuera de Guadalajara en respuesta a su oferta. Más de un millar de asientos que en ocasiones se quedan escasos. El Buero ha aportado la posibilidad de albergar cualquier producción por grande que sea.
   Tuvimos la oportunidad de asistir a su inauguración el 20 de diciembre de 2002, siendo alcalde de Guadalajara José María Bris y presidente del Gobierno regional, José Bono. Aquel día se descubrió el busto del dramaturgo que da nombre a este templo de la cultura, Antonio Buero, en presencia de su viuda, la actriz Victoria Rodríguez, y su hijo Carlos. Se representó una versión de  Poeta en Nueva York, de Lorca, con el bailaor Rafael Amargo. A todos nos fascinó el lugar, nos parecía, como el día que entramos por primera vez en la gran superficie comercial antes citada, que no estábamos  en nuestra pequeña capital provincial. No nos gustó el único acceso por el pasillo central a las filas de asientos que provoca que algunos tengan que levantar a demasiados asistentes  para ir al baño. Nada hay perfecto. Por lo demás solo parabienes. Enhorabuena por la buena gestión de sus responsables y  ‘mucha mierda’ como se decía cuando el público llegaba en carruaje y el éxito de la obra lo determinaba la cantidad de excrementos de caballo.