En Navidad

25/12/2016 - 11:59 Luis Monje Ciruelo

Tal vez no sea ahora el momento, en estas entrañables fiestas, de hacernos melancólicas reflexiones.

Cuando se llega a las fiestas hogareñas de la Navidad con más de noventa años a la espalda, es lógico que el ánimo se encoja y las tinieblas del futuro nos preocupen. La proximidad de lo inevitable, que en cada movimiento de traslación alrededor del Sol más se acerca, nos hace volver la vista atrás. Pero al hacerlo no rememoramos solamente nuestra personal historia, las vivencias que entonces disfrutamos o padecimos, sino que nos fijamos preferentemente en el joven que entonces éramos, sin entrar en las circunstancias en que vivíamos. Obviamos al evocarlas todo lo que no era positivo, dejando solamente en la pantalla azul de nuestro recuerdo  la plenitud física que teníamos y las ilusiones que enmarcaban nuestro futuro.. Al despedir ahora el año que termina y recibir al 2017 que  llega, si se hace con buen talante será más bien por gratitud al que nos ha dejado terminarlo, que por la esperanza de que pase el nuevo por nosotros sin dejar ninguna huella. La que nos han dejado ya los muchos años vividos es suficiente para comprender que el nuevo año también nos marcará, algo inevitable en una vida que Dios nos ha confiado como finita, y cuya  primera mitad se suele vivir bajo el signo del deseo y la esperanza y la segunda con el peso de la insatisfacción. Tal vez no sea ahora el momento, en vísperas de las entrañables fiestas navideñas, de hacernos estas melancólicas reflexiones, pero hay que comprender que el tránsito de un año a otro, desde la altura de los muchos años vividos puede hacernos repensar con Shakespeare que la vida es como un cuento relatado por un idiota, en el que no hay más que palabrería, a la que no sabemos encontrar sentido. Porque lo importante de la vida no es tratar de prolongarla al máximo y  en las mejores condiciones de salud y bienestar, sino en saber para qué y cómo se vive, procurando hacerlo al dictado de nuestra razón, no al de las ajenas costumbres, que seguramente no serán las que de niños nos enseñaron y aprendimos  pues los avances técnicos suelen ir acompañados de retrocesos morales. Ya lo predijo Séneca hace más de dos mil años: “lo que antes eran vicios, mañana serán costumbres”. Aunque otro filósofo de la época afirmase que “la vida no es un placer ni un tormento; es algo que Dios nos ha confiado y que debemos con llevar dignamente hasta el fin”. El hacernos estas reflexiones ante el tránsito de un año a otro no hay que olvidar que en la vida todos somos peregrinos aunque lo hagamos por muy diferentes caminos.