Entre pitos y flautas

05/06/2015 - 23:00 Javier del Castillo

Aunque el árbitro no lo hiciera constar en acta, la pitada al himno en la final de la Copa del Rey resuena todavía dolorosamente en las conciencias de millones de españoles que jamás seríamos capaces de pitar a la madre que nos trajo al mundo. Ni aunque fuera una mala madre, con méritos suficientes para los reproches y abucheos. Como mucho, permaneceríamos en silencio. Pues bien, ofender a los símbolos comunes de manera gratuita, además de una falta de respeto y de tolerancia hacia tus compatriotas, me parece el ejemplo más bochornoso de la preocupante capacidad de autodestrucción del patrimonio que nos hemos ido fraguando durante muchos siglos de historia. Respecto a la sonrisa cínica y cómplice de Artur Mas, me quedo con un solo adjetivo: patético. Sin embargo, por respeto a la historia de los dos equipos que disputaron el encuentro, no voy a mortificarme recreando la amargura que nos provocó a millones de españoles el espectáculo del pasado 30 de mayo. Eso sí, me hubiera encantado escuchar alguna crítica por parte de significados jugadores, como Xavi Hernández, Piqué o Iniesta, aunque solo fuera por lo mucho que le deben a la selección española. La estatura moral y humana de Xavi Hernández – intentando justificar unos días después la gran pitada – es equiparable a su reducida estatura física. El pequeño centrocampista hubiera estado mejor callado, en lugar de culpar del bochornoso espectáculo de la Final del Nou Camp a quienes supuestamente provocamos que se produzca ese odio visceral al himno de todos los españoles. Como si las leyes de la naturaleza así lo hubieran predispuesto, el comportamiento de Xavi Hernández está muy por debajo del que cada día vemos en deportistas como Rafa Nadal o los flamantes Premio Princesa de Asturias del Deporte, Pau y Marc Gasol. Estos dos últimos, catalanes como el futbolista de Terrassa, exhiben cuando surge la ocasión, y sin pudor alguno, el orgullo de ser y de sentirse españoles. Campeones de la talla de Rafa Nadal y de los hermanos Gasol hacen más por la imagen de España que todas las campañas juntas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Y, lo que es más importante, ponen en evidencia la racanería de otros. También hacen más grande el ridículo y el cinismo del centrocampista.