¿Es realmente la prórroga de los ERTE una solución para los empresarios?
Para usted, empresario concreto e individual que vive de su negocio, ponerse una venda en los ojos, no afrontar ya la realidad y no optar por un camino sin ERTE que, con todos sus riesgos y esfuerzos, persigue la supervivencia a largo plazo, puede ser la peor de las decisiones.
Gobierno, patronal y sindicatos han llegado a un acuerdo para prorrogar la eficacia de los ERTE hasta el 31 de mayo de 2021. Pero… ¿es realmente esta medida positiva para el empresario y, en especial, para el pequeño y mediano empresario?
Planteemos dos escenarios posibles. En uno de ellos tenemos a una mediana empresa, con unos quince trabajadores, de los cuáles un setenta por ciento se encuentran en ERTE desde hace meses, y que ahora seguirán así hasta el 31 de mayo próximo. Con la reducción de la plantilla, la actividad de la empresa se ha reducido, con una pérdida importante de clientela y con una bajada significativa de la cifra de negocio. Pasa el tiempo y llega el 31 de mayo, y con él, la vuelta de todos los trabajadores. La actividad de la empresa no remonta y los clientes de antes no retornan. Al cabo del primer mes, y cuando hay que pagar las nóminas íntegras de todos los trabajadores, los ingresos no alcanzan para ello, planteándose el empresario solicitar un préstamo, préstamo que no se concede por las dudas que genera el negocio en la entidad financiera. Tras ello sólo queda despedir a parte de la plantilla, pero el gestor le dice al empresario que por acogerse al ERTE esa opción está vedada, pues debería devolver los beneficios económicos que percibió por aquella medida.
Y ahora el otro escenario, sustancialmente idéntico al anterior. Sin embargo, en esta ocasión el empresario no acude a la nueva prórroga de los ERTE. Como quiera que plantea despedir a varios de sus trabajadores para poder reactivar el negocio, pide al banco que le financie las indemnizaciones y demás deudas que tendrá que abonar por despedir a los trabajadores. Pero ese camino se trunca enseguida porque la entidad financiera entiende que la operación no es segura, pese al plan de negocio que se presenta. Tras este revés, y siguiendo el plan estratégico que ha establecido con sus asesores, el empresario solicita la declaración en concurso de acreedores de su empresa, presentando un convenio anticipado y poniendo toda la carne en el asador para seguir adelante.
¿Cuál de los dos empresarios ha hecho lo correcto? Responder dependerá, en buena medida, de la personalidad del empresario que haya de tomar la decisión; de la personalidad y del hartazgo, del cansancio, del miedo que venga sufriendo. Porque, aunque no se crea, los pequeños y medianos empresarios son seres humanos, que tienen familia, que han arriesgado muchas veces todo lo que tenían, que sufren cuando tienen que despedir a un trabajador y pasan noches y noches de insomnio por tener que tomar esa decisión. Por lo tanto, dirigirse por uno u otro camino de los reflejados en los escenarios anteriores, nunca será una decisión generalizable a todos los casos.
Sin embargo, lo que sí suele ser más nocivo es pegar, sin más, una patada hacia delante. Hay situaciones que no van a mejorar con el tiempo, sino que lo normal es que vayan a peor. Un negocio es algo vivo que no entiende de decisiones administrativas, y si empieza a perder clientes es porque han acudido a otro negocio similar; de ahí que cuando se quiere remontar la actividad, reducida por las circunstancias que estamos analizando, quizá ya sea demasiado tarde y el futuro pase por liquidar la empresa y, lo que es peor, quizá liquidar la ilusión del empresario por reinventarse y volver a comenzar.
Optar por el camino descrito en el segundo escenario es, desde luego, más difícil y llena de inquietud al empresario que toma esa decisión. ¿Estaré acertando, me estaré equivocando? Es una decisión que le saca de su zona de confort, de un estado de aparente tranquilidad o sosiego que habría durado, al menos, el tiempo en que la nueva prórroga de los ERTE hubiera tenido eficacia. Pero, con todo, es la única decisión que, ya desde el inicio, persigue un único fin: tratar de salvar el negocio de cara a futuro. Es la única decisión que coge al toro por los cuernos y se enfrenta a los problemas estructurales y coyunturales que sufre la empresa, y que, con toda seguridad, seguirá teniendo cuando el 31 de mayo, o la próxima fecha que decidan Gobierno, patronal y sindicatos, llegue.
Es por todo ello que ver la decisión de prorrogar los ERTE como una opción positiva es, cuanto menos, discutible. Quizá para el Gobierno sea una buena medida, porque seguirá impidiendo ver cómo sube la “incidencia acumulada” de empresas quebradas y de trabajadores en paro. Pero para usted, empresario concreto e individual que vive de su negocio, ponerse una venda en los ojos, no afrontar ya la realidad y no optar por un camino sin ERTE que, con todos sus riesgos y esfuerzos, persigue la supervivencia a largo plazo, puede ser la peor de las decisiones.