Estroncio
Estroncio no es una palabra regia. El realizador debería haber cortado y apuntarle a la príncesa: Platino.
El palabro se coló el domingo pasado a mediodía en los hogares españoles, mientras aproximábamos con cuidado los labios al filo de la cuchara sopera. El Rey, a quienes en público y en privado se dirigen con la abreviatura de este elemento químico, Sr., llevaba a las niñas al colegio conduciendo él mismo su coche. Y repasaban el examen. Del asiento de atrás salía un vocecita: “Estroncio, Sr.” Fuera de contexto parecería un insulto del capitán Haddock al Rey, pero no era más que el último repaso del examen de química, o de “cono”, que siempre, del Rey abajo todos, vamos pegados.
Estroncio no es palabra regia. El realizador debería haber cortado y apuntarle a la Princesa de Asturias: “Platino”, por ejemplo, más chic. Para la efeméride de un 50 cumpleaños de papá Felipe se elige otro elemento entre el centenar largo que compone la tabla periódica. Puestos, convendría desechar el Hasio, el Copernicio y el Flerovio, sin propiedades conocidas, o sea, colocados como asesores a dedo; acaso también el Uranio y el Plutonio, no se le vaya a escapar a Su Majestad algún improperio contra el delirante presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, a quien le encanta jugar con el “Cheminova” que traían los Reyes a los frikis que aprobaban la reválida de cuarto mientras los demás no salíamos, ni salimos, de Tintin.
Doña Leonor de Borbón ha hecho su primer cameo con un “Estroncio” que no es de recibo. Estas cosas hay que cuidarlas. Suena despectivo y es palabra mal sufijada, que recuerda a la Leoncia, aquella que tenía tanto vicio o a soponcio, manera poco elegante de desvanecer. Hay palabras evitables, sobre todo cuando se prepara una fiesta con tanto tiempo y tanto material. Un rey que confesara públicamente padecer almorranas o golondrinos –por muchos sexenios que disfruten ambos vocablos tanto en el Diccionario de la Lengua como en el de Términos Médicos- estaría llamando a voces a formar a los piquetes de la República.
El estroncio, en fin, nos ha advertido que la Princesa de Asturias se va haciendo mayor, que va aprendiendo esas cosas que nunca entrarán en una poesía pero que sirven para fabricar relojes atómicos o cohetes, incluso medicamentos. La Princesa Leonor ya habrá iniciado no la lista de los colegas Godos de papá, pero sí la lista que le recordarán los peñafieles cuando cumpla el medio siglo, como estos días la recitamos de Sartorius a Ortiz pasando por algunos Erasmus calificados al final como “no presentado”. Es la vida, Alteza. Mientras, márquese un “Felicidades, papá. Per molts anys”, no queda otra.