Guadalajara se echa a la calle para revivir la boda de Felipe II e Isabel de Valois

12/06/2016 - 08:43 Miriam Perez Gordo

Impresionante ambiente el que se vivió este sábado en la capital alcarreña para echar la vista más de cuatro siglo atrás y revivir los esponsales de entre Felipe II de la Casa de Austria e Isabel de Francia dentro de la Noches en el Infantado, programa para apoyar al candidatura del Guadalajara al Mundo. (CONSULTA LA GALERÍA DE FOTOS Y ESTE LUNES MÁS EN LA EDICIÓN IMPRESA).

Guadalajara vistió sus mejores galas en la gran boda real. Más de 200 personas se encargaron de representar los esponsales de los que ya eran Reyes de España hace más de cuatro siglos y que se confirmaron con la llegada a tierras castellanas de una jovencísima Isabel de Francia. La corte de Felipe II la esperaba en la capital alcarreña y, como aquella primera vez, el pueblo la aclamó en su paso por las calles y plazas. Hermosas calesas tiradas por impresionantes cordeles deambularon por el centro capitalino en una puesta en escena excepcional que tuvo su punto álgido en un palacio de cuento que busca ser catalogado Patrimonio de la Humanidad. Abarrotado estaban los aledaños del Infantado de gente que quería revivir la que probablemente fue la boda más importante para Felipe II, pues dicen que su tercer matrimonio, el que contrajo con Isabel de Valois, fue el que más feliz le hizo, aunque tuvo que vivir la amargura de perderla a una edad temprana. Con el patio de los leones como escenario, rodeados por sus propios invitados, entre los que destacaban los Príncipes de Éboli y el Duque del Infantado, entre otros, estaban cientos de guadalajareños, que como si de una boda real se tratara guardaban silencio para escuchar a los protagonistas. Fuera, un mercado renacentista y diferentes exposiciones, acompañados por música de ambiente, hacía más apacible la espera de los que no pudieron entrar a palacio. Después del "sí", los flamantes Reyes de España salieron a saludar al pueblo y protagonizaron un gran baile con sus invitados. La fiesta continuó, como en cualquier boda, en los jardines de palacio y bajo la luz de la luna y las estrellas. Una vez más se demostró que recuperar el pasado emociona a la ciudad.