Ha muerto un niño. El cielo ha ganado un ángel

13/09/2015 - 23:00 Juan de Dios Ramírez

Cuando he visto la fotografía de Aylan Kurdi, el pequeño niño sirio muerto por ahogamiento en la playa mediterránea de Turquía, he sentido en la garganta un nudo de aquellos que te impiden respirar con normalidad. Sabía, como lo sabemos todos, que esto está pasando. Que son miles de cuerpos los que están convirtiendo el fondo del Mediterraneo en un fosa infernal, como también sabemos que antes que Aylan Kurdi, muchos, muchísimos niños inocentes han perecido junto a sus padres al hundirse el barco de la muerte o la cáscara de nuez en la que les habían subido unos malditos traficantes sin alma de seres humanos. Lo sabíamos, pero no lo habíamos visto. Nos lo imaginábamos pero no habíamos recibido el puñetazo en pleno rostro que representa ver a este niñito de tres añitos, tumbado en la arena de la playa turca. Hemos visto su foto pero no hemos visto la de su hermanito, Galip, de cinco años, ni la de su madre ahogados también en este episodio diabólico.
Y todo esto, ¿por qué sucede? La respuesta es tan sencilla como aterradora: sucede por causa del egoísmo de quienes lo tenemos todo y queremos protegerlo al precio que sea. Es evidente que no me refiero a usted, que es tan amable de leerme, pero usted y yo formamos parte de una sociedad egoísta que encuentra mil argumentos para justificar nuestra inoperancia diciéndonos a nosotros mismos: “¿Y qué vamos a hacer? Aquí no caben todos.” Un día, cuando en el Parlamento Europeo los Gobiernos discutían si situar al ejército en el perímetro exterior de los países que integran la Unión Europea para impedir la entrada de los emigrantes, alguien con sobrada autoridad nos dijo: “Esa no es la solución porque el hambre tiene más fuerza”.
Y llevaba razón. Estos datos hablan por sí solos: Cada 30 segundos muere un niño a causa de la malaria. / 2.000 millones de personas carecen de los medicamentos esenciales. / Más de 1.800 millones de personas no tienen agua potable. / Más de mil millones de personas viven en la pobreza extrema. Sobreviven con un euro diario. El 70% son mujeres. / Y la mitad de la población mundial ?este es un dato que me sorprendió grandemente cuando lo supe? nunca ha hecho una llamada telefónica. Estas son las causas sangrantes que empujan a las poblaciones africanas y del Extremo Oriente a buscar un medio digno de subsistir. Y no es extraño que así sea cuando comprobamos que el 84% de la riqueza mundial está en manos del 20% de la población. Hace unos años los países ricos del planeta destinaron a la lucha contra la pobreza el 0,25% de su Producto Interior Bruto (PIB).
Es decir, destinaron la décima parte del presupuesto que tenían destinado para sus políticas de Defensa, que era una millonada de dólares. Pues bien, solo con duplicar la ayuda a combatir la falta de alimentos se erradicaría por completo el hambre. Es decir, bastaría con pasar del 0,25% al 0,44%, lo que sería la quinta parte del presupuesto.