Huertapelayo en fiestas

06/08/2015 - 23:00 Pedro Villaverde Martínez

Nuestro Huertapelayo natal, que como otros muchos pueblos tuvo que ir cambiando la fiesta de su Patrona acorde los tiempos para mejor poder participar en su celebración, lo hizo este año el pasado fin de semana. Comenzó el sábado con la tradicional Ronda en la puerta de la Iglesia en honor a la patrona, a las doce en punto de la noche. A continuación desde el balcón del Ayuntamiento la pregonera Marta Embid Ruiz, que acaba de escribir el libro Historias y leyendas de Huertapelayo, muy interesante para quienes lo hemos leído y a la que damos la enhorabuena por haber tenido la idea de recoger en una publicación más la historia milenaria de un pueblo que presenta características muy especiales tanto por sus formas de vida como por las gentes que lo han ido conformando. Esperamos que sea un ejemplo a seguir por otros muchos que amamos la localidad y que nos gustaría gozara de su historia más ampliamente contada por escrito. El pregón, siempre seguido por mucho público con interés, da paso al baile hasta altas horas de la madrugada. En la mañana del domingo, los más pequeños y mayores gozan de la música callejera de una charanga-orquesta, a modo de diana, que ameniza el despertar en un paisaje inimaginable. Esto lo decimos para quienes todavía no conocen ese rincón extraordinario y maravilloso en el que está asentado Huertapelayo. El acto central tuvo lugar sobre mediodía, con la Misa Mayor, celebrada por un hijo del pueblo, el sacerdote, Alfonso Olmos Embid, seguida de la procesión con Santa María Magdalena. El baile, las reuniones familiares y de amigos y vecinos muy abundantes estos días para festejar a la patrona son continuas, así como las distracciones para los más pequeños, todo organizado por la Asociación de Hijos y Simpatizantes de Huertapelayo. Este año ha dado la casualidad de que el mismo sábado, 1 de agosto, por la mañana, recibía sepultura en la catedral de Sigüenza, el sacerdote y canónigo, Félix Ochaita, que fuera párroco de Zaorejas, Armallones, Villanueva de Alcorón y Huertapelayo, a finales de los años cincuenta, con la presidencia del obispo diocesano, Atilano Rodríguez y el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, acompañados de numerosos sacerdotes, religiosas, familiares y amigos, a quien recordamos con cariño.