Jornada Mundial de la Vida Consagrada

30/01/2011 - 00:00 José Sánchez

El próximo día 2 de Febrero, Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo y de la Purificación de Nuestra Señora, se celebra en toda la Iglesia la Jornada de la Vida Consagrada. Se nos convoca a todos, consagrados o no, a dirigir nuestra mirada, con interés, afecto y gratitud, hacia las personas que consagran su vida enteramente al servicio del Señor y a los demás, en los monasterios y conventos, en los numerosos y variados institutos y formas de vida consagrada, en comunidad o viviendo su carisma insertados en la sociedad. Se nos invita también a orar por estas personas, por sus obras y por sus instituciones y a interesarnos e interesar, sobre todo a las personas jóvenes, por esta forma de vida, a animarles y ayudarles a responder al Señor con generosidad, si les llama. Ello redundará en bien de las personas con vocación, pues ahí encontrarán el sentido de su vida y el gozo del servicio al Señor y a los hermanos, allí donde el Señor quiere, y su vida y su trabajo serán beneficiosos para la Iglesia y para la humanidad, en el seguimiento radical del Señor, que “pasó haciendo el bien”. Queremos celebrar y vivir esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada con la mirada puesta en la próxima Jornada Mundial de la Juventud y su encuentro con el Papa, para la que, especialmente los jóvenes, y todos nos preparamos. «Firmes en la fe» es el lema escogido para esta Jornada de la Vida Consagrada, el mismo que, junto con la expresión “Arraigados en Cristo”, es el lema para la Jornada Mundial de la Juventud, en Agosto, en Madrid. “Firmes en la fe” significa para todos, en este caso para las personas jóvenes consagradas, o llamadas a la Vida Consagrada, que, por su conocimiento del Señor, su fe en Él y el compromiso de seguirle de cerca y compartir su propia vida con la radicalidad del Evangelio, pisan terreno firme, caminan con seguridad y viven ya el gozo anticipado de la unión definitiva con Dios, sin otras “adherencias” de cosas, personas, afectos, “ídolos”, en definitiva, que se lo impidan o limiten. Firmes en la fe, pero ligeros en el camino, esperanzados en llegar a la meta y libres para proyectarse en su amor a Dios y al prójimo, especialmente a los más débiles y necesitados. Como el Señor Jesús. Como sus discípulos de todos los tiempos. Si al lema “Firmes en la fe”, añadimos el “Arraigados en Cristo”, podemos entender, que el cristiano, en general y la persona consagrada en particular, por tener sus raíces profundas en la vida en Cristo, se nutre de su palabra, de la oración, de los Sacramentos, de la vida de la comunidad y de la Iglesia, de la intercesión de los Santos, de la esperanza de llegar a la meta. La vida en Cristo es su vida, alimento y medicina que le previene de otros alimentos dañinos, lo cura de toda enfermedad, lo fortalece en la debilidad, hace que dé fruto y transforma su muerte en vida con el Resucitado. El ansia irreprimible de vida, de amor y de felicidad, presente en el corazón humano, que tiene una especial significación en las personas jóvenes encuentra su respuesta más plena en la fe, el seguimiento y el amor incondicional a Dios, en la Persona de su Hijo, que nos sale al encuentro, nos invita a escuchar su voz, a seguirlo y a compartir su vida. Vida, a primera vista, austera, sobria, sacrificada, de cruz; pero llena de sentido y con resultado de éxito y de gloria que se vive ya anticipado en los verdaderos discípulos, que optan por el seguimiento radical del Señor. Es el caso de las personas consagradas. ¿De dónde les puede venir, si no, la alegría que irradian, la paz que contagian y la esperanza y optimismo ante la vida, aún en medio de la tribulación? Pidamos, en esta Jornada de la Vida Consagrada y cada día por las personas consagradas, para que Dios las mantenga firmes en la fe y arraigadas en Cristo y les conceda el regalo de que otras personas, sobre todo jóvenes, sientan la llamada del Señor a seguirle en esta forma de vida y respondan con generosidad.