La Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud en nuestra diócesis

21/11/2010 - 00:00 José Sánchez

En la semana próxima tendremos el regalo y la alegría de recibir y acompañar la Cruz que preside desde 1986 la Jornada Mundial de la Juventud y que presidirá, Dios mediante, la Próxima XXVI Jornada en Madrid, en el mes de agosto de 2011. Esta Cruz presidió ya en Roma la celebración del Año Santo Jubilar de la Redención 1984 y fue el regalo que, en ese mismo año, en el Domingo de Ramos, hizo el Papa Juan Pablo II a los jóvenes, con estas palabras: “Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo, os confío este signo del Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor a la humanidad y anunciad que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención”. A la Cruz añadió también después el mismo Papa un Icono de la Virgen María, que peregrina junto a la Cruz. Recibiremos la Cruz, junto con el Icono de la Virgen María, en Molina de Aragón, en este domingo, 21 de Noviembre, a las 12 de la noche. Durante toda la semana, la llevaremos en procesión por todas las zonas de la diócesis, adoraremos en ella a Jesucristo Crucificado, Muerto, Sepultado y Resucitado y la mostraremos y ofreceremos para su veneración a parroquias, conventos, colegios, hospitales… y a todo el pueblo de Dios, especialmente a los jóvenes, en nuestra diócesis. El domingo, día 28 de Noviembre, la entregaremos a la diócesis hermana de Ciudad Real. La acogida, acompañamiento y veneración de la Cruz es un acontecimiento religioso que nos afecta a todos, pero muy especialmente a los jóvenes de nuestra diócesis. Siguiendo la invitación del Papa, contemplamos en la Cruz a Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación. Es el signo del amor del Señor. Contemplando la Cruz con los ojos de su Madre y Madre nuestra María, que estuvo en pie junto a la Cruz de su Hijo y que ahora la acompaña en imagen, adoramos a Cristo y lo bendecimos, que por su Cruz ha redimido al mundo. Le damos gracias por todo ello y anunciamos, proclamamos y testimoniamos con nuestra vida que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención. Esta Cruz en concreto, la denominada Cruz joven o Cruz de los jóvenes, la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, en definitiva, como todas, la Cruz de Cristo, tiene de particular haber presidido las celebraciones del Año Santo Jubilar de la Redención de 1984, ser un regalo del Papa Juan Pablo II a los jóvenes y haber sido llevada, venerada y mostrada por jóvenes del mundo entero, en las sucesivas Jornadas Mundiales de la Juventud y en otros momentos desde hace ya veintiséis años. Además de ser el Signo del amor del Señor, es el testimonio de la fe y de la vida de millones de jóvenes que la han llevado, tocado, venerado, se han postrado ante ella y han ordenado su vida en el seguimiento del Señor y en el compromiso cristiano. En el generoso recorrido y en las numerosas estaciones de la Cruz entre nosotros, durante estos días, se nos ofrece a todos los diocesanos la oportunidad de contemplarla en actitud orante, de adorar al Señor en ella, de darle gracias y de preguntarnos, ante lo que el Señor ha hecho por mí, qué debo hacer yo por Él. Para todos, pero muy especialmente para los jóvenes, la acogida y acompañamiento de la Cruz en nuestra diócesis ha de constituir una preparación y un ejercicio previo de las que serán nuestra actitud y nuestra participación en la próxima Jornada de la Juventud en Madrid, durante los días 17 al 21 de Agosto de 2011 y, en los días previos en la diócesis, en el voluntariado, en la acogida de jóvenes extranjeros y en su acompañamiento, así como en nuestra preparación y disposición, tanto exterior como, sobre todo, interior. Pedimos al Señor, muerto en la Cruz, resucitado y glorificado, por intercesión de su Madre, María junto a la Cruz, hoy glorificada con su Hijo, que envíe su Espíritu a nuestros jóvenes para que descubran el misterio de la Cruz, acompañen con fe y amor al Señor y se comprometan a vivir en consecuencia y a anunciar a los demás la Buena Noticia de la salvación que sólo el Señor nos trae.