La democracia vacia
La democracia se nos da como un vacío que hay que llenar (formatear diríamos ahora) con actitudes y valores.
La democracia se nos da como un vacío que hay que llenar (formatear diríamos ahora) con actitudes y valores. Eso deben hacerlo los partidos. Una democracia sin partidos es algo vacío, como un libro en blanco. Partidos sin democracia son dictaduras. Pongamos un ejemplo, un libro sin palabras es algo inservible pero unas palabras sin libro no tienen límite ni sentido. A los demócratas los fascistas nos llaman fascistas, o sea, lo que son ellos. A eso lo llama la izquierda “trascender la democracia”. En vez de llenarla de contenidos, prefieren negarla y combatirla desde fuera. Quieren superar la democracia del Parlamento por la presión y agitación en la calle, sustituir las instituciones para instituir la provocación.
Vivimos en una democracia encargada y unas verdades adquiridas por los medios de comunicación, donde todo se compra y se vende. Principalmente en la información. Oímos decir, quien tiene la información tiene el poder. Y lo que no se dice, el poder no es nada. Esta sociedad tiene que perder el miedo a la adoración del poder y a los que lo ejercen. Hay que venerar y temer la ley que es donde reside el poder, no en los poderosos. La esencia de la democracia es la soberanía, el pluralismo, la participación, la representación, pero nunca la rebelión, la revolución, la desobediencia a las leyes.
Lo malo no es que recibamos una democracia vacía sino que algunos grupos de ciudadanos quieran arrancar las páginas escritas de ese libro con caracteres de libertad, diálogo y tolerancia para escribir ellos, signos de totalitarismo y hegemonía del pensamiento y de su estrategia. Estamos en tiempos de democracia no de hegemonías absolutas. El pueblo suspira y aspira a una democracia fuerte que no es igual que unos líderes fuertes y autoritarios. En ese sentido, estamos asistiendo a un desalojo de la soberanía popular por aquellas élites que son, sin embargo, sus representantes. Existen muchos colonizadores del pueblo que parece trabajar para ellos.
Si trasladamos esta idea de vacío de los sistemas a la antropología y hablamos del hombre vacío, nos damos cuenta que dicho vacío se llena sólo con el dinero y el poder como aspiración. En vez de una democracia vacía deberemos hablar de una democracia plena que llena, a su vez, toda la voluntad humana de tal manera que el ciudadano, el pueblo, se caracterice por una voluntad de democracia. Todavía existen muchos rincones de la vida social que deben ser ocupados y llenados por dicha voluntad.