La miel

08/05/2021 - 12:44 Luis Monje Ciruelo

La reconocida calidad de la miel de la Alcarria a nivel mundial, no es debida, como puede suponerse, a la intervención del hombre, que se limita a dejar trabajar a su aire a este laborioso himenóptero, sino a la clase de flores y plantas cuyo néctar liban.

Resulta que ese dulce producto que fabrican las laboriosas abejas y que identifica la Alcarria y, por extensión, a toda la provincia, no agracia por igual a cuantos pueblos lo merecen. Y si no, ¿habrá algún otro, además de la aldea de menos de veinte habitantes que voy a citar en la que al preguntar por qué no se veía a nadie contestaron que porque estaban “sacando” la miel, y al interesarnos en comprar unos kilos nos explicaron que no, “porque todavía estaba caliente”? No se trata de ninguno de los pueblos referentes por su tradición apícola y que todos , y yo el primero, citamos por su miel como son, entre otros muchos, Sotoca, Ruguilla, Huetos, Oter, Canredondo, Sacecorbo, Peñalver ,Esplegares,etc, en plena Alcarria melera de Cifuentes, sino de la aldea de apenas veinte habitantes de San Andrés del Rey, al borde de la Alcarria de Brihuega, donde nace el arroyo de ese nombre, que da origen a un valle en el que el tramo entre Iniéstola y Yélamos de Arriba es posiblemente uno de los rincones de mayor belleza y densidad forestal de toda la provincia, incluidas las hermosas vegas del Tajuña, del Sorbe, del Henares y del Bornova. La reconocida calidad de la miel de la Alcarria a nivel mundial, no es debida, como puede suponerse, a la intervención del hombre, que se limita a dejar trabajar a su aire a este laborioso himenóptero, sino a la clase de flores y plantas cuyo néctar liban. La Alcarria es una extensa comarca de altitud media en torno a los mil cien metros, en la que, por su clima y su escasez de lluvia, prosperan como espontáneas las plantas labiadas, de característico aroma, como el tomillo, romero, espliego y últimamente el lavandín o lavanda, que se ha introducido con tal entusiasmo en la comarca de Brihuega que acuden visitantes de toda España y aún extranjeros para contemplar los extensos cultivos morados de esta labiada durante su floración. La ciudad se viste y se adorna de ese color respondiendo a la expectación despertada y el Ayuntamiento, con gran acierto, organiza actos culturales artísticos y festivos para su promoción. La explotación de la lavanda como factor turístico y de su esencia como industria no ha hecho más que empezar, aunque es de esperar que pronto iguale y aún supere la recolección de espliego, que en tiempos llegó a ser de más de trece millones de kilos.