La recolección se humaniza
Al llegar el mes de julio, las cosechadoras se despliegan por las llanuras cerealistas como monstruos rodantes que se alimentan de mies.
En otros tiempos no tan lejanos, la llegada de la recolección de la cosecha era como entrar en la fase más dura, por no decir cruel, de todas las faenas campesinas. Hombres, mujeres, incluso niños, se entregaban a las esforzadas tareas de segar, acarrear, trillar, aventar y ensacar el grano con la mayor rapidez posible para que las tormentas y el granizo no destruyan en pocos minutos el trabajo de un año. Llegada la siega, los pueblos se olvidaban de todo y vivían solo para la recolección. A los que tenemos las raíces familiares en el agro nos duele el recuerdo de la dureza de vida que llevaron nuestros abuelos. Hoy se vive de otra manera. La recolección ya es solo cosa de hombres. Y sin apenas esfuerzo, puesto que son las máquinas son las que cargan con el trabajo como auténticos robots. Al llegar el mes de julio, las cosechadoras se despliegan por las llanuras cerealistas como monstruos rodantes que se alimentan de mies. Las muchas horas de trabajo del hombre de antes han quedado reducidas a unas pocas horas de las máquinas. Los pueblos apenas cambian su fisonomía urbana durante el verano, sin paja en las calles por la supresión del acarreo, con hierba en las desiertas, por no usadas eras de trillar, sin segadores llegados, como antes, de Murcia o de Galicia. No hay tremendas privaciones de sueño para amanecer en el tajo al día siguiente. Se come en familia a mediodía, y no con la cuadrilla en el campo, a la sombra de los haces de mies, si no había árboles, y se duerme la siesta en la cama, y no sobre el santo suelo, como antes, a veces en pleno rastrojo. Es evidente que cada vez resulta más cómodo ser campesino, no tanto como ellos quisieran, pero mucho más de loen el sentido en el sentido de acercarse cad día más su vivir a que eran hace unos pocos añacercaos. El hombre del campo se urbaniza en el sentido de que cada día más se acerrca su manera de vivir a la del hombre dela ciudad. Pese a que las faenas agrícolas se han suavizado
Todavía andan a la zaga de la industria y los servicios, y el rendimiento es también menor. Hay, por consiguiente mucho que mejorar en el ámbito rural. Hay que desprenderse, a estos efectos, de los hábitos y rutinas heredados, que en el campo son más difíciles de erradicar. Tendrán que ser las generaciones jóvenes las que decididamente abandonen las viejas estructuras agrarias, por obsoletas, para dar paso a una agricultura moderna, directa y eficaz, organizada en régimen de empresa. Es en lo que estamos, y lo que hace falta para avanzar en la mecanización.