La 'selva ibérica' en el Alto Tajo
Los riscos de impresionantes dimensiones que descansan sobre el lecho del río nos recuerda la ley imperante en toda esta zona: la de la naturaleza.
Fijar la mirada en el agua de este paraje nos sirve para comprender qué es la biodiverdiad. Sumergidos aparecen diferentes especies de peces como truchas, barbos, bogas y bermejuelas, entre otros.
Sobrevolando la zona acuática, en plenos vuelos nupciales sorprenden multitud de libérulas. Sobre el agua se desplazan algunos zapateros. Otros insectos aparecen cerca de la superficie del agua. En el fango burbujean algunos orificios, señal inequívoca de vida.
Al levantar la mirada se observa una selva mediterránea muy tupida, completa de pinos y el cortejo habitual de plantas acompañantes: romeros, boj, y tomillos principalmente. Los riscos esconden nidos de los impresionantes buitres que sobrevuelan el paraje.
Los riscos de impresionantes dimensiones que descansan sobre el lecho del río nos recuerda la ley imperante en toda esta zona: la de la naturaleza. La leyenda cuenta que esos riscos colosales se derrumbaron hasta el río con motivo del gran terremoto de Lisboa en 1755. La misiva de los habitantes de Ocentejo que en 1578 enviaron a Felipe II nos habla de otras causas: “Acaesció en el río Tajo en el término de esta villa, que con ser el dicho rio mui caudaloso y yendo en grand crescida, se hundió grand parte de un cerro do dizen la Tormellera de hacia el término de Armallones, y atajó el dicho río y bolbió la repuya azaga una legua”.
El hundido de Armallones y en su conjunto todo el Parque Natural del Alto Tajo es un ecosistema excepcionalmente conservado. Su prístina belleza natural nos traslada a una Arcadia feliz imposible de imaginar a tan sólo 200 kilómetros de la metrópoli.