Larga vida, Nueva Alcarria

22/12/2018 - 15:53 Emilio Fernández Galiano

No es del Norte de Castilla, Delibes se empeñó en su propio marchamo, pero entre sus páginas se espolvorean retazos de lo mismo.

Llevo ya unos cuantos años vinculado a esta santa casa, Nueva Alcarria. Este regalo de papel, amarra una tradición que en la vieja Castilla se convierte en un tótem imprescindible, el rosario de letras de tinta impregnadas en un tapiz que terminará en sepia. Los viejos del lugar lo tienen marcado en su retina, no conciben la mañana sin su café, su cigarrillo y su periódico, si  no lo cuenta la Nueva Alcarria no ha sucedido. No es el Norte de Castilla, Delibes se empeñó en su propio marchamo, nos pilla un poco más al sur, pero entre sus páginas se espolvorean retazos de lo mismo. Esa Castilla que tanto reivindico por su tolerancia, humildad y españolidad. 

Como dicen ahora, forma parte del ADN de nuestra tierra, de nuestra historia, de nuestro pasado y, lo mejor, de nuestro futuro. Es el acta del pueblo, es la escritura de nuestras vivencias, el certificado de nuestras propias vidas. Es como esa foto de nuestros padres que conservamos en la cartera. Nos hace vulnerables pero nos recoloca semana tras semana en una realidad incontestable.

En mi caso, y permítanme la licencia, viene de genes, pues ya mi padre colaboró en este medio a través de su sección “Cartas desde el Senado”. La mía se llama “La Raposera”, entenderán que la dignidad que me pueda quedar se abochorne por la comparación entre padre e hijo. Y no por su cargo, sino por su categoría. Recojo el testigo con honra, sin poder sacudirme la humildad.

Gracias a la amistad con el editor, me impliqué en aportar lo que puedo de mí. Esa oportunidad me permitió bucear en las entrañas de un grupo de personas que, con vocación periodística, se reconfiguran en una pieza de lego. Cada una pensará que es poca cosa, pero yo, al ver cómo cada pieza construye el castillo, me quedo perplejo. Ahí está, ahí está, como el de Sigüenza, las defensas de Molina o la aristocracia del Infantado. 

Cada lunes y cada viernes obra el milagro. Y a diario en su versión digital. Y ahora televisiva. Nueva Alcarria, sin darnos cuenta, se ha convertido en cómplice pertinente, deseable, imprescindible. Desde su celulosa convivo y comparto brillantísimos artículos –no los míos-, impecables crónicas, íntimas reflexiones y el rigor de la objetiva información. Sí, es un digno producto. 

También es cierto que cambiaría algunas cosas, pero son tiempos de Navidad y estamos aquí para alfombrar y no poner palos en las ruedas ni piedras en el camino. Sirvan estas líneas para homenajear a todo el grupo humano que constituye este gran periódico. Sois vosotros los que lo hacéis grande, los que  convertís lo cotidiano en noticia, los que aportáis luz y taquigrafía, referencia obligada, testimonio incondicional. Y página a página, verso a verso, en el camino de una enciclopedia universal.

Brindo por todos vosotros, compañeros. Y larga vida a Nueva Alcarria.